miércoles, 28 de octubre de 2015

Brujo rico, brujo pobre



No hablaremos de un nuevo best-seller de superación personal. Tradicionalmente, la gente habla de dos tipos de "magia": la blanca y la negra. Mientras que la primera busca hacer el bien, curar y sanar, la segunda busca dañar, perjudicar, enfermar, matar, pues viene totalmente del poder de Satanás. La prueba de que la magia blanca es buena, insisten, está en que sueñen usar objetos religiosos (agua bendita, el cirio pascual, rosarios, crucifijos, imágenes de santos, etc.) e incluso usan oraciones (es común que, mientras te hacen una limpia con hierbas, recen el credo o la salve). La magia blanca es, terminarán diciendo, el contrapeso de la magia negra, que sólo busca dañar.
Lamento informar que, tanto la magia negra como la blanca no son en absoluto compatibles con la fe cristiana, en pocas palabras, constituye un pecado grave contra el Primer Mandamiento acudir a la magia (sea del color que sea).
¿Por qué esta prohibición tajante? ¿Qué tiene de malo librarme de las malas vibras o del mal de ojo con una limpia? ¿O por qué no debo encender las velas o colocar ciertos objetos para lograr riquezas, bienestar, salud, etc., si no perjudico a nadie? ¿La maldad de la magia no está nada más en la intención?
Al igual que lo que sucede con la adivinación, la magia implica recurrir y poner la fe en el poder de alguien diferente a Dios. El brujo o el mago tienen un "poder" que no viene directamente de Dios (aunque simulen invocarlo a través del uso de objetos religiosos o de oraciones), sino que hunde sus raíces en el poder (limitado, pero real y poderoso), del demonio. A diferencia de los dones de curación, por ejemplo, o de la taumaturgia (Dios, a través de una persona concreta, realiza milagros), que siempre tienen una finalidad específica en el plan de salvación y están relacionados también con una amistad con Dios, la magia se ve como un poder sobrenatural, cuya fuente no es Dios.
Es verdad que una intención mala corrompe hasta el acto más bueno, pero también lo es que una intención buena jamás hará que un acto de suyo malo se vuelva bueno: no importa que quieras curar, beneficiar, etc. a alguien, la magia sigue siendo mala porque, insisto, su fuente no es Dios. Por muchos litros de agua bendita que usen y credos que reciten, el resultado es el mismo: estás cometiendo un pecado grave.
Dos pasajes del Evangelio nos pueden ilustrar en este tema: Satanás es llamado por Jesús como el Padre de la Mentira (Jn 8,44) y, por otro lado, cuando a Jesús se le acusa de expulsar los demonios con el poder de Satanás, Él responde “Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casa caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque –como ustedes dicen– yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces” (Lc 11, 17-19). La impresión de que la magia blanca "combate" a la magia negra es sólo eso, una impresión falsa. Así como en la naturaleza ciertas plantas o animales tienen una apariencia que engañan a sus presas para atraerlas (pienso, por ejemplo en las plantas carnívoras que atraen a las moscas), el demonio usa la "magia blanca" para atraer a las personas que, de otro modo, no lo harían: no veo a la mosca entrando gustosa a la planta carnívora si supiera lo que es, así como tampoco mucha gente recurriendo a la magia si supiera su auténtica naturaleza.
Por otro lado, también es verdad que no todo el que dice ser brujo lo es. Dado que la gente que recurre a un brujo es porque suele tener una necesidad urgente o está desesperada por lograr algo, es fácil aprovecharse de ello. Demasiados timos se han dado por falsos brujos que prometen multiplicar el dinero, curar enfermedades, atraer el amor, deshacer maldiciones, etc. Pero el hecho de recurrir a un falso brujo, no cambia en absoluto la moralidad del acto, puesto que mi intención sigue siendo la misma.
Recurrir a la magia, por otro lado, abre las puertas a la presencia del demonio en nuestra vida. Se trata de una presencia sigilosa, como un cáncer silencioso que sólo se manifiesta cuando es demasiado tarde para operar y ha invadido todo el cuerpo. 
La magia existe, es un hecho. ¿Qué debes hacer si sospechas que han usado magia contigo? Antes que nada, recuerda que si bien la magia proviene del poder del demonio y, por tanto, es peligrosa (especialmente para quien dice controlarla), el poder de Dios es infinitamente mayor. Acude con un sacerdote, quien te ayudará a descubrir, en primer lugar, si detrás de todo está el poder del demonio y, en caso que se trate de ello, realizar la liberación correspondiente. ¿No es una especie de magia blanca? No, puesto que a diferencia de cualquiera, el sacerdote ha recibido la ordenación sacerdotal que lo hace configurarse plenamente con Cristo, de forma que cuando actúa, es Cristo mismo quien actúa y, con su poder, libera.


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