martes, 12 de abril de 2016

La nueva Cruzada


Hace mucho tiempo, leí un libro (del cual no diré su nombre) que dice tratar sobre la apologética, es decir, la defensa de la fe, de la auténtica fe. Se supone que el libro se trataba de un diálogo, pero en realidad lo que hacía era lo mismo que hacen la mayoría de las sectas protestantes: tomar unas citas de la Sagrada Escritura y “aventarlas” a la otra persona como una verdad absoluta que no puede ni debe ser objetada. Eso, querido lector, no es apologética.
San Ireneo de Lyon,
luchó contra el gnosticismo
¿Qué es la apologética? San Pedro, en la Sagrada Escritura, nos lo dice de una forma muy bella: “Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán de sus calumnias todos aquellos que los difaman, porque ustedes se comportan como servidores de Cristo” (1Pe 1, 15a-16).
“Dar razón de la esperanza que tenemos”. ¿Esa cuál es? San Pedro nos vuelve a dar la pauta: “Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo»” (Mt 16,16). En la Solemne Vigilia Pascual (espero que hayas asistido), renovamos nuestra fe en Jesús, quien Resucitado del abismo “al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano, y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos” (Cfr. Pregón Pascual).
Reconocer a Jesús como el “Hijo de Dios vivo” es reconocer en primer grado su divinidad, es una confesión de fe profunda. Pero ese reconocimiento lleva consigo un gran compromiso: “No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mt 7, 21). La fe en el Resucitado necesariamente impacta en la propia vida.
San Atanasio de Alejandría, defendió
la divinidad de Cristo contra Arrio
¿Cómo hacer la apologética? La forma más sublime de todas, es con la propia vida. Así lo comprendió san Josemaría Escrivá de Balaguer, quien en su libro Camino nos dice: “Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo” (Camino, n. 2).
Da razón de tu esperanza. No de cualquier manera, con suavidad, respeto, tranquilidad de conciencia. Con tu vida, pero también conociendo con profundidad tu fe. Dar razón, no imponer. No debes confundirlo con “todos tienen la razón, son puntos de vista”. Una sola es la verdad, nuevamente enunciada por san Pedro: “«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios»” (Jn 6, 68-69). No confundas la tolerancia con aceptar y dar por válida la opinión contraria.
En un mundo que está marcado por un permisivismo, por el relativismo, por un Let it be (déjalo ser, como dirían los Beatles), en donde cualquier opinión es válida, en donde se vive lo “políticamente correcto”, donde ser ambiguo se considera una virtud, donde la falta de claridad en los conceptos que no son negociables genera no sólo confusión sino hasta escándalo y provoca que muchos duden de su fe y hasta la abandonen, donde se quiere dejar todo a la conciencia (pero sin acompañársela de la formación adecuada), donde cualquiera puede opinar sin fundamentos, donde la laxitud se disfraza de tolerancia, respeto y misericordia, donde mi comodidad es lo que dicta lo bueno y lo malo, es precisamente donde se hace más que necesario conocer la auténtica fe, defenderla, ser fiel.
San Cirilo de Alejandría,
defendió la Maternidad de
María contra Nestorio
Claro, conocer y vivir la fe, no es fácil. Jesús mismo lo predijo: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra»” (Lc 12, 49.52-53). Él mismo sufrió en carne propia las consecuencias de predicar el Evangelio.
La Palabra de Dios no está sujeta a mi interpretación personal (¡mucho menos si no estoy formado adecuadamente!): “Pero tengan presente, ante todo, que nadie puede interpretar por cuenta propia una profecía de la Escritura. Porque ninguna profecía ha sido anunciada por voluntad humana, sino que los hombres han hablado de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2Pe 1,20-21).
Jesús nos previene, en numerosas ocasiones, contra los falsos profetas: aquellos que, argumentando que hablan en nombre de Él, distorsionan la fe recta, hablan sobre ellos mismos en vez de hablar sobre el Evangelio y el mensaje perenne de salvación: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt 7, 15; también Mt 24,4-5.11-12; Mc 13, 5.22; 2Pe 2,1.3 y 1Jn 4,1).
Los falsos profetas pueden ser varios:

  • El científico ateo que proclama, extralimitándose en su campo de acción, sus “verdades” científicas contra la moral y la fe.
  • El protestante que ataca los dogmas de la fe sin bases, sin conocimiento y bajo la trinchera de unas citas memorizadas fuera de contexto o una Sagrada Escritura incompleta o mal traducida directamente desde la versión Reina Valera  (traducción, por cierto, bastante mala) del idioma inglés (recuerda, los idiomas originales son arameo, hebreo y griego).
  • El “católico con derecho a decidir” en pro del aborto y la anticoncepción
  • El laico que cree que, por haber asistido a una evangelización fundamental ya puede opinar sobre el celibato sacerdotal, la ordenación de mujeres e incluso diseñar un plan de formación de agentes de pastoral al margen de la jerarquía eclesiástica.
  • El laico que después de una “alabanza” afirma el Espíritu le da palabra, la Virgen o algún santo le habló, o le fueron concedidos dones de lengua, sanación o incluso la facultad de expulsar demonios (liberación) y por lo tanto puede hacer lo que quiera, pues hay dos “iglesias” (la jerárquica y la carismática).
  • El laico que cree que por leer una frase en internet (que dicen que el Papa dijo), una imagen o meme, o una noticia en algún portal de noticias claramente sesgado (como la BBC, por ejemplo, de inspiración anglicana) ya es un teólogo consumado o no es capaz de discernir la verdad de la mentira y, peor aún, le da like o la comparte porque se le hace “interesante ver otro punto de vista”.
  • El sacerdote (o peor aún, el Obispo) que deja de lado su formación permanente, su vida de oración y dispone de la sagrada Liturgia, de los dogmas, y de la moral para predicarse a sí mismo o ser popular en un acto de soberbia disfrazado de apertura, misericordia y humildad, en vez de guiar como el Buen Pastor al pueblo a él encomendado. A este respecto, el Cardenal Roberto Sarah, prefecto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, en un artículo de la revista francesa “L’Homme Nouveau” del día 19 de noviembre de 2015 (este es el texto en francés, y este es un extracto en español) afirma, con todas sus letras: “Ni siquiera un Papa puede dispensar de una ley divina”.
Santo Domingo de Guzmán (luchó contra los
albigenses) y Santa Catalina de Siena (logró
regresar al Papa a Roma después de 68 años
de ser controlado por Francia en Aviñón)
¿Cómo protegernos de ellos? Muy simple, hermano, muy simple. Conoce tu fe. Lo repito: conoce tu fe. No basta con una formación mal hecha, a la carrera, con prisas y buscando la parroquia en la que las pláticas presacramentales sean más breves (o que no haya, si es posible), con un catecismo mal memorizado o con ir a Misa cuando te nace. Lee, estudia, acércate a los centros de formación de laicos de tu parroquia o Diócesis, a las universidades pontificias (que dan numerosos diplomados y cursos) a algunas páginas web de recta doctrina.
Una regla es clara: nunca la doctrina se contradice. El Magisterio Universal, la Tradición, la Sagrada Escritura jamás entrarán en contradicción. Nadie puede modificar la moral o los dogmas, ni el Papa mismo, porque esa verdad ha sido revelada por Dios, no está definida por el humano. Claro que temas menores pueden cambiar, los que no afectan a la integridad de los Sacramentos, a los principios morales, los Diez Mandamientos o los dogmas de fe. Pero para saber discernir cuándo es algo sujeto a interpretación o modificación, y cuándo no lo es, hay que formarse.
San Carlos Borromeo, luchó contra
la Reforma Protestante
El camino no es fácil. Formarte, conocer y defender siempre atraen ataques. No hay, en toda la historia de la Iglesia, un campeón de la ortodoxia (la recta doctrina) que no haya sufrido persecuciones y críticas (sí, en cambio, numerosos falsos profetas rodeados de gloria y reconocimiento). Cito nuevamente a san Pedro: “Dichosos ustedes, si tienen que sufrir por la justicia. No teman ni se inquieten; por el contrario, glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor” (1Pe 1, 14-15a).
Estamos iniciando una nueva época de Cruzadas. Es una "guerra" contra la doctrina de los falsos profetas. Se trata de defender la pureza doctrinal de nuestra fe. Nuestras armas son la oración, la recepción frecuente de los Sacramentos y un estudio profundo y serio de nuestra fe. En un momento donde la Iglesia se ve atacada desde fuera y desde dentro, Cristo te llama a ti y a mí a defenderla. En cada momento de crisis, Él ha suscitado santos (como los que ves en esta entrada) que han defendido hasta el último aliento a Su Iglesia, sin importar persecuciones, difamaciones, ataques, o que la tarea pareciera titánica. Ahora ha llegado nuevamente ese momento.
Para apoyar en esto, iré preparando varias entradas sobre apologética: la defensa de la recta doctrina. No se trata de un “manual contra las sectas” ni un “memorice y con esto gana el debate” o un “formulario de respuestas a las objeciones de las sectas”. Se trata de conocer tu fe, para que tú te defiendas de tus falsos profetas.
Adicionalmente, en la página de Facebook del blog, estaré publicando periódicamente frases del Magisterio de la Iglesia, los santos Padres y teólogos renombrados que te ayuden a identificar la recta doctrina. Para estar al tanto de ellas, te invito a seguir la página.


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