domingo, 25 de septiembre de 2011

Haciendo comunidad



Después de un receso de quince días (no anunciado, pero sí muy necesario para mí), continuamos con la serie de entradas sobre la Misa.
Una vez concluida la “Liturgia de la Eucaristía” (la segunda gran parte de la Misa) con la Doxología (la máxima alabanza a Dios), continuamos con el rito de la comunión.
Basílica del Padre Nuestro
  • Padrenuestro: Es la oración más grande que el podemos dirigir al Padre, la más grata a sus ojos y la que obedece mejor al Espíritu Santo (Rm 8,15.26; Mt 5,23-24; Lc 11,2-4). En la Misa, la oración dominical culmina en cierto modo la gran plegaria eucarística, y al mismo tiempo inicia el rito de la comunión. El Padrenuestro, rezado por sacerdote y fieles, termina con un embolismo (inserción, añadidura, desarrollo) que es rezado sólo por el sacerdote (Líbranos de todos los males...) y finalizado por el pueblo con una nueva doxología (Tuyo es el reino…).
  • La Paz: La herencia que Jesús deja a sus discípulos en la Última Cena es la paz (Jn 14,27). Él es el príncipe de la paz (Is 9,5-6) que trae la paz a los hombres (Lc 2,14) y al mundo entero (Col 2,20). El saludo que Cristo da a sus apóstoles cada vez que se aparece Resucitado a ellos es “La paz con ustedes” (Jn 20,19.26). En la Misa le pide el sacerdote a Jesús mismo que le conceda la paz y la unidad a su Iglesia y, representando a Jesús Resucitado, dice a los discípulos reunidos en el cenáculo de la misa: “La paz del Señor esté siempre con ustedes”. Sería absurdo acercarnos a la comunión (común-unión) si no estamos en comunión con nuestros hermanos y no les comunicamos la paz del Señor que hemos recibido. Por eso nos damos el saludo de la paz. Es aquí donde expresamos que hemos hecho la comunidad.
  • La fracción del pan y el “Cordero de Dios”: En múltiples ocasiones Jesús partió el pan (Jn 6,11; Lc 24,30; 1Co 11,23-24; Jn 21,13). El gesto de la fracción del pan, realizado por Cristo en la Última Cena, en los tiempos apostólicos fue el que sirvió para denominar a la íntegra acción eucarística. Este rito no sólo tiene una finalidad práctica, sino que significa además que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1Co 10,17). El sumergir una partícula del Cuerpo de Cristo en Su Sangre (inmixtión) es signo de la Resurrección.
    El "Cordero de Dios" se canta o se reza mientras se hace la fracción del pan y la inmixtión, Esta invocación puede repetirse cuantas veces sea necesario para acompañar la fracción del pan. La última vez se concluirá con las palabras: "danos la paz".
  • La comunión: La comunión sacramental es el encuentro espiritual más amoroso y profundo, más cierto y santificante, que podemos tener con Cristo en este mundo. Cristo se nos entrega como verdadera comida: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Y así como yo vivo por mi Padre, así también el que me come vivirá por mí”. (Jn 6,27).
    Para poder comulgar frecuentemente, San Pío X en el Decreto del 20 de diciembre de 1905, dice: “está permitida con tal que los fieles estén en estado de gracia y se acerquen con recta (no por rutina, vanidad o respetos humanos) y piadosa intención. También es recomendable que los fieles se alejen de los pecados veniales deliberados, se preparen antes de recibirla y tengan una conveniente acción de gracias y consulten a su confesor.”
  • Cuando se ha terminado de distribuir la comunión, el sacerdote y los fieles, si se juzga oportuno, pueden orar un rato recogidos. Si se prefiere, puede también cantar toda la asamblea un himno, un salmo o algún otro canto de alabanza.
  • La oración post-comunión: En la oración después de la comunión, el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación: "Amén".


lunes, 5 de septiembre de 2011

Manantial y cumbre


Esta frase del Vaticano II se refiere a la Eucaristía, pues para el Concilio es verdaderamente el manantial de donde brotan todos los sacramentos (ya que es el sacrificio de Cristo en la Cruz) y la cumbre hacia el cual todos ellos se ordenan (todos los sacramentos tienen relación para con ella).
Por eso es importante el conocer la Plegaria Eucarística, parte central de la Liturgia de la Eucaristía. Como su nombre lo indica (plegaria) es un conjunto de oraciones de un profundo significado, de gran contenido espiritual, pero que desgraciadamente son a las que menos atención le ponemos.
Las partes de la Plegaria Eucarística son:
·   Canon (anáfora, plegaria): Con estos nombres se designa a la parte más importante de la Misa y, si n duda alguna, es la que propiamente define a la Misa. Es plegaria porque es una oración a Dios. Yo me atrevería a decir que es la oración más bella que se le puede dirigir.
·   El Prefacio: La acción de gracias se expresa sobre todo en el prefacio. En él, el sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da las gracias por toda la obra de salvación o por alguno de sus aspectos particulares, según las variantes del día, fiesta o tiempo litúrgico. Es como un pórtico de entrada a la Plegaria  eucarística, la cual se recita o se canta antes (En latín: Prae) de la acción (factum). Consta de cuatro partes: diálogo inicial (El Señor esté… hasta es justo y necesario), elevación al Padre (dirigir la oración de la Iglesia a Dios Padre), la parte central (es el motivo gozoso por el que le damos gracias) y el final (Asociar la oración eucarística de la Iglesia terrena con el culto de la Iglesia Celestial: los ángeles y los santos).
·   El “Santo”: Es el culmen del prefacio, está inspirado en Is 6,3 y Ap 4,8. Santo es el nombre mismo de Dios, pues sólo Él es Santo (Lev 11,44). En el santo no sólo nos dirigimos al Padre, sino también al Hijo: “Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en el nombre del Señor. Hosanna en el cielo”. Hosanna significa “Sálvanos” y es el mismo grito con el que el pueblo judío recibió a Jesús en su entrada a Jerusalén. Por eso no debe omitirse ni cambiarse.
·   Epíclesis: Es la invocación al Espíritu Santo sobre las ofrendas del pan y del vino “de manera que sean cuerpo y sangre de Jesucristo”. El sacerdote impone las manos sobre las ofrendas pidiendo que el Espíritu Santo haga que Cristo se “vuelva a Encarnar” en el pan y vino y además que realice el Cuerpo Místico de Cristo: la Iglesia (1Co 11,29; 1Co 12, 1Co 10,17).
·   Relato (anámnesis): Anámnesis es recuerdo (zikkaron) en el cual con las palabras y gestos de Cristo, se realiza el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena, cuando bajo las especies de pan y vino ofreció su Cuerpo y su Sangre y se lo dio a los Apóstoles en forma de comida y bebida, y les encargó perpetuar ese mismo misterio. Este es el momento más sagrado de la Misa. No es el Padre Fulano de tal, sino el mismo Cristo quien dice estas palabras, los cristianos en la Eucaristía están presentes con Jesús en el Cenáculo y en la Pasión de Cristo, lo cual constituye el verdadero “Misterio de nuestra fe”. Cada elevación del Cuerpo y la Sangre del Señor sirve para que nosotros lo adoremos.
No se trata de un nuevo sacrifico o de uno que se repita o multiplique: es un único sacrifico (el de Cristo) que, estando presente en el cielo de manera eterna, rompe las barreras del espacio y del tiempo en la tierra. Cristo es además la Ofrenda Inmaculada, Perfecta, Santa, agradable al Padre. Los fieles, como parte del Cuerpo Místico de Cristo, están obligados a hacerse como Cristo-Ofrenda.
·   Invocaciones al Espíritu Santo: Si en la Cruz se ofreció Cristo solo al Padre, en el altar litúrgico se ofrece ahora con su Iglesia, su nuevo Cuerpo. Por eso pedimos tres cosas: que Dios acepte el sacrificio, que por Él seamos congregados en la unidad y que así vengamos a ser víctimas ofrecidas con Cristo al Padre, por obra del Espíritu Santo, cuya acción aquí se implora: los fieles no podemos dejar de ser también ofrenda a Dios ofrecida en el altar de la Misa y en el de la vida diaria.
·   Intercesiones: La Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia militante, purgante y triunfante pero con espíritu católico, universal: “recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria.
·   Doxología: Doxá en griego significa gloria, opinión. La Doxología (Por Cristo, con Él y en Él…) es la justificación de la existencia de la Iglesia en el mundo: nos hemos congregado precisamente para elevar en la eucaristía la máxima alabanza posible, y para atraer en ella el favor de toda la humanidad innumerables bienes materiales y espirituales. Al pueblo sólo le corresponde concluir la doxología con el que debe ser el Amén más solemne de toda la Misa. El resto le compete sólo al sacerdote.