NOTA PREVIA: Esta entrada no pretende, en ningún momento,
generar una discusión sobre la legalidad de proceso electoral alguno ni
discutir las propuestas y plataformas de ningún partido político. Todo
comentario que no siga este tenor, será eliminado.
En México, están próximas las elecciones para diputados
federales (dentro de una semana se efectuarán). Las cifras (con en otros
países) son alarmantes en el tema participación ciudadana. De acuerdo con datos
recogidos el Instituto Nacional Electoral, en el proceso 2012 (donde se eligió
al actual Presidente de la República), votó un 63.34% de los ciudadanos con
credencial para votar vigente, en tanto en que en 2009 (elección sólo de
diputados federales), la participación fue del 44.61% y en la elección
presidencial de 2006, fue de 58.55%, en 2003 de 41.19% y en 2000 de 63.23%.
La mayoría de las veces, la gente no acude a votar porque no
cree en la clase política, porque espera poco e, incluso, porque cree que con
un alto abstencionismo las elecciones podrán anularse o que esto afectará en el
presupuesto de los partidos. De acuerdo con el marco legal mexicano,
abstencionismo o número de votos nulos ni son causa de anulación de elección ni
mucho menos reduce el presupuesto de los partidos políticos (sino todo lo
contrario). Si consideramos fríamente las cifras, el actual Presidente de la
República obtuvo un 38.21% de los votos, en realidad sólo el 17.04% de los
mexicanos con derecho a voto lo eligieron. No es, aclaro, mi intención,
discutir sobre la validez del proceso ni cuestionar las instituciones que
participaron en la elección.
El voto, ¿Es un derecho u obligación? No abordaré este tema
desde la cuestión legal, sino desde el punto de vista religioso. El cuarto
Mandamiento (Honrarás a tu padre y a tu madre), como todos los mandamientos, no
debe tomarse en sentido literal, sino entender la realidad de fondo que
transmite: padre y madre se refieren a figuras de autoridad, a las cuales se
les tributa obediencia y respeto. De manera análoga, la Patria (y sus
instituciones legítimamente constituidas) es nuestro “padre y madre”.
De mi relación de nacionalidad nacen derechos (los
consagrados en la constitución de cada país) y deberes. El Catecismo de la
Iglesia Católica, editado en 1192, dice al respecto: “La sumisión a la
autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de
los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país” (n. 2240).
Obviamente, el respeto a las instituciones (el denostar a quienquiera que sea
es, al fin de cuentas, denostar a la propia padre) y la obediencia a las leyes
(bajo ciertas condiciones que abordaré más adelante) están implícitas en este
deber.
Desde el punto moral, no ejercer mi deber al voto (es a la
vez derecho y deber) sin una causa legítima (enfermedad, viaje, actividad
laboral) es un pecado de omisión (significa de dejo de hacer un bien que
debería hacer).
Participar da el derecho a decidir. Es muy fácil criticar
las decisiones del gobierno y traspasar la culpa del “no voto” hacia ellos,
cuando en realidad somos nosotros quienes libremente decidimos por quién votar.
El abstencionismo no es la forma idónea de expresar el descontento con el
sistema político: en términos prácticos, no significa absolutamente nada, pues
no anula elecciones ni reduce el presupuesto de los partidos. Es más, si nos
atenemos a las cifras, la poca participación a lo largo de los procesos
electorales no ha generado cambios significativos en la política del país, sino
que ha agravado los problemas, por el bajo apoyo que se tiene hacia los gobernantes.
No se trata tampoco de votar por votar, de decidir al azar. Debemos
ser conscientes que nuestra condición de bautizado exige una congruencia entre
nuestra fe y nuestra vida, exige que construyamos el Reino en este mundo desde
nuestro trabajo cotidiano. El mismo Catecismo, en el n. 2242 dice que “el
ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las
autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del
orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas
del Evangelio”. Esto implica el rechazo (insisto, por congruencia con la propia
fe) hacia propuestas claramente violatorias de los derechos fundamentales de la
persona (aborto, eutanasia, eugenesia, clonación, investigación con células
madre embrionales, propiedad privada, libertad de conciencia, de asociación, de
expresión, por citar algunas) o contrarias al Evangelio (uniones equiparables
al matrimonio entre personas del mismo sexo, legalización de drogas, etc.).
La condición de bautizado (y confirmado) implica un
compromiso personal con el Reino de Dios, que se fundamenta en los
Mandamientos, las Bienaventuranzas, las Obras de Misericordia, las Virtudes,
los Consejos Evangélicos. Mi condición, como laico, es irrenunciable. Debo apoyar
y promover iniciativas que sean una auténtica promoción de la persona humana y
no que la destruyan bajo una falsa apariencia de “modernidad”, “apertura”, “tolerancia”.
La participación política es muy importante, y ésta no se
reduce simplemente a ir y votar. Hay que razonar el voto, sí, pero también “darle
seguimiento”, a través de asociaciones civiles, asociaciones empresariales, participación
en foros de consulta, opinión pública informada, involucramiento en la
educación de la propia familia… No se vale no participar.
La invitación es que este día de elecciones (y cualquier
otro), vayas a votar, y lo hagas congruentemente,
Por otro lado, te invito a seguir este otro blog (no es de mi autoría) llamado "De chile, de dulce y de manteca".
Puedes, si gustas, compartir esta entrada en Facebook o
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Una oportuna reflexión, el próximo domingo ejerceremos nuestro derecho al voto,cumpliendo así con un deber ciudadano.
ResponderEliminarYa va siendo hora de ponernos las pilas y votar, por quien queramos pero votar y no dejar que la minoría elija por nosotros.
No se vale abstener o anular el voto y después quejarnos y sufrir las consecuencias de nuestra tibieza o apatía, marchas, plantones, para qué? si con un voto podemos cambiar la situación que vivimos.
Digo yo a ponerse las pilas y votar, que a los tibios los vomita Dios