El día de hoy recordamos la Epifanía del Señor, que es la
manifestación de Cristo a todos los hombres. El Evangelio nos dice que los
Magos de Oriente se presentaron en el palacio de Herodes y le preguntaron
"¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues hemos visto su
estrella y hemos venido a adorarlo".
En esta búsqueda, ellos naturalmente se dirigieron a la
ciudad de Jerusalén, la capital, y por lo tanto era ahí donde ellos suponían
debería haber nacido el Rey de los judíos. Pero no estaba ahí. Encontraron a un
rey Herodes ambicioso del poder, y algunos escribas y fariseos que sabían las
Escrituras, pero no parecían creer mucho en ellas (la respuesta de ellos es
fría, recitan el texto pero no hacen nada por ir a Belén). En medio del
secreto, Herodes les indica dónde debía haber nacido según las profecías y los
mandó, con la consigna de que volvieran cuando supieran algo más del Niño para
el también ir a "adorarlo". Nosotros sabemos que él traía su propia
agenda, y que sus intenciones eran torcidas.
¿Quiénes eran los Magos? Sus nombres, el número y su
procedencia no las sabemos, y no es relevante; ellos eran lo que hoy
conoceríamos como astrónomos (estudiaban las estrellas, estaban atentos a los
signos que en ellas aparecían). Viendo el signo de la estrella, se dieron
cuenta que no se trataba de cualquier rey: ellos mismos se lo dan a entender a Herodes,
pues al decir "hemos venido a adorarlo", están manifestando de algún
modo una confesión de fe en la divinidad de aquel Niño recién nacido.
Sin duda alguna, esa búsqueda de los Magos de Oriente
también es la que nosotros hemos experimentado en nuestra vida: en los sucesos
ordinarios y en los extraordinarios (desde los más alegres hasta los más
dolorosos) ahí podemos encontrar también la huella de Dios.
Yo me pregunto, ¿Cuántas personas debieron haber visto
aquellas mismas señales que vieron los Magos de Oriente? ¿Cuántas de ellas
acudieron a buscar a ese Niño? Leer los signos con los que Dios habla no es
sencillo pues Él no suele hablar a través de ángeles, revelaciones y
manifestaciones extraordinarias, sino a través de los acontecimientos y de los
sucesos de cada día. Pero para escucharlo, no basta tener los ojos y los oídos
bien atentos, hay que "ver" y "escuchar" con el alma.
La oración, que es más que una repetición de frases, es en
realidad ese momento en el cual, aquellas cosas que suceden en el día a día,
las meditamos en la presencia de Dios y podemos encontrar su auténtico
significado. Pensemos en María, que ante todos los acontecimientos que se
venían desenvolviendo, el Evangelio nos dice que ella “meditaba todas estas
cosas en su corazón”. Eso es oración.
El Papa Benedicto XVI, ha propuesto este año como el año de
la fe. Eso nos recuerda que debemos reflexionar y tener un mayor contacto con
Dios. Pero no basta nada más con hacer oración, hay que formarse, educarse,
informarse, documentarse, pero sobre todo los medios adecuados. Cuántas veces
tenemos dudas sobre nuestra religión y en vez de resolverlas adecuadamente, de
buscar una persona rectamente instruida, o ponernos a buscar fuentes de
información confiables y fidedignas, leemos el primer librito que se nos
aparece, el que está de moda, el best
seller, le preguntamos al vecino que tiene más dudas que nosotros. Es
legítimo preguntar, investigar e incluso cuestionar, siempre y cuando se busque
en las fuentes y los lugares adecuados. Alguien que tiene mucha menos formación
que yo jamás podrá ser una fuente confiable para poder conocer y profundizar
más mi fe.
Este año de la fe, la invitación es para que nos informemos,
busquemos, leamos: pero no cualquier cosa, no la revista que dejaron los de otra
religión, ni tampoco los libros de novelas (por muy históricas que se digan),
ni tampoco aquellos reportajes revestidos de una falsa historicidad, ni mucho
menos de un falso espíritu científico. Recordemos tan sólo hace unas cuantas
semanas, mucha gente estaba llena de temor ante el supuesto fin del mundo
profetizado por los mayas. Recuerdo como diversos reportajes de canales de
divulgación científica trataron ampliamente este tema, especulando sobre el fin
del mundo con un “revestimiento científico”. Los escritos de “profetas” como Nostradamus
son utilizados una y otra vez para advertir de la inminencia del fin del mundo.
Nos dejamos llevar por este tipo de engaños pues nuestra fe está
en pañales, todavía no tiene fuerza, no se ha nutrido: Horóscopos,
supersticiones, lectura de cartas, culto a la muerte y muchos ejemplos más han
dado pie a numerosos timos, todo por no tener una fe sólida.
Es imperdonable que en esta era de la información, mucha
gente precisamente carezca de ella, o por lo menos de una información correcta.
Hay muchas formas en que nosotros podemos acceder a la verdad, hay muchas
formas en las que nos podemos documentar, pero si no tenemos rectamente formado
nuestro criterio, ¿Cómo sabremos distinguir una fuente confiable de una no
confiable?
Con motivo de este año de la fe, en muchas parroquias,
templos, escuelas católicas, etc., se están organizando catequesis,
conferencias, círculos de lectura, misiones, y muchísimas oportunidades más
para poder conocer más acerca de nuestra religión. Desperdiciarlas y seguir
acudiendo a tantas medios alternos que lo único que hacen es ampliar las
lagunas que ya tenemos, es como aquel que está enfermo y en vez de ir a
consultar al médico va y le pregunta a la vecina de al lado qué medicamento debe
tomar.
Una vez que los magos de oriente conocieron las respuestas a
sus preguntas, sin dudarlo se dirigieron prestamente hacia el lugar que se les
había indicado para encontrarse con ese Niño. De la misma manera, el
conocimiento de la fe debe llevarnos a profundizar más en nuestra relación con
Jesucristo, no es nada más conocer por conocer, pues la religión no es nada más
para conocerla, sino también para vivirla. El hombre no es mi solamente razón
mi solamente fe, es la unión de ambas. Por eso mismo, debe usar esas dos salas
para elevarse en una relación con Dios cada vez más estrecha y plena. Insisto,
el conocimiento debe llevarnos a profundizar más en el amor a Jesucristo, de lo
contrario no está cumpliendo con su cometido.
Espero sinceramente que este año sea fructífero para todos,
que nos ayude a conocer ya profundizar más, estrechar más nuestra relación con
Dios y con nuestros hermanos. Porque recordemos que lo que Dios nos pide no es
nada más tener una muy buena relación con él (Amar a Dios sobre todas las
cosas), es importante que esa relación se traduzca en una mejor relación con
nuestros hermanos (Amar al prójimo como a uno mismo).
El evangelio no nos dice que pasó después de que los Magos regresaron
a sus tierras, simplemente nos dicen que se fueron por otro camino evitando
pasar por Jerusalén, pues había sido advertidos por un ángel del peligro que
había. Nuevamente, continuaban atentos a los signos que Dios les presentaba en
su día a día, y supieron ser obedientes y dóciles. Pero sin duda, cuando ellos
regresaron a sus tierras, debieron haber comentado algo de lo que vivieron y
escucharon, pues el encuentro con el Niño, José y María representó una
experiencia de vida tan profunda, que la transmitieron a las demás personas con
las que convivían: al final, la verdadera relación con Dios se debe traducir en
algo muy práctico, en un cambio de vida, en una conversión.
Con este pensamiento, sigamos festejando a los santos Reyes,
que yo creo que el mejor regalo que pueden traernos a nosotros es precisamente
una mayor profundización en la fe.
Feliz año Antonio. Ya veo que retomas el blog con fuerza.
ResponderEliminarSaludos
Feliz año, esperamos más entradas del blog¡¡¡
ResponderEliminarManuel y anónimo. Muchas gracias por sus comentarios... este año hay que retomarlo con fuerza
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