Yo conozco a una señora que, cuando era niña, escuchaba nombrar al Espíritu Santo Paráclito y ella entendía “paralítico”, y entonces durante una buena parte de su infancia rezaba por él “para que Dios lo sanara”. Ahora, ya sabe que la palabra “Paráclito” significa el consolador (más adelante lo explicaré mejor).
El día de hoy, en la Iglesia Católica, se celebra el domingo de Pentecostés. Es la fiesta propia del Espíritu Santo, al que santos modernos han calificado del “gran desconocido”.
Si hacemos una breve lectura al libro de los Hechos de los Apóstoles (capítulo 2), nos daremos cuenta en unas cuantas líneas de su actuar:
1. Los Apóstoles estaban juntos en el mismo lugar: Si regresamos páginas atrás, ellos estaban escondidos por miedo a los judíos. Ya habían sido testigos de la Resurrección de Cristo, pero aún no tenían el valor de predicarlo, ni tenían claro qué era lo que Dios quería de ellos. Por eso estaban reunidos, en oración, pero con miedo. Su llegada los consuela (de ahí el término, Paráclito).
2. Llegó un viento impetuoso: es dinamismo, es fuerza, arrastra, cambia, no se detiene; sabes hacia dónde sopla pero no conoces su origen; así es el viento, y así también es el Espíritu.
3. Aparecieron unas lenguas como de fuego: purifica, quema, consume, es fuego que se transmite, que no puede estarse quieto, enciende pero no daña.
4. Los apóstoles inmediatamente comenzaron a predicar: al recibirlo hubo una transformación, de su actitud pasiva comenzaron a hablar sobre su propia experiencia de Dios, sobre lo que ellos vieron y escucharon.
5. Cada uno los oía hablar en su propia lengua: recibieron los dones del Espíritu (uno de los cuales es el don de lenguas…) pero con la finalidad de predicar el Evangelio, de que cada quien los entendiera en su propia lengua.
Los signos que se usan para representar al Espíritu (viento, fuego, nube, paloma, agua) son dinámicos, representan movimiento, transformación profunda, cambios, transmisión… es decir, el Espíritu es Vida, no puede estarse quieto… a menos que nosotros mismos lo hagamos “paralítico”, como decía aquella señora.
Para nosotros, Él es Paralítico, pues no dejamos que actúe, que nos transforme, que nos haga a su manera: le oponemos la resistencia del pecado, de nuestras inclinaciones y gustos, no escuchamos sus sugerencias y nos dejamos llevar por lo que otros han decidido que es bueno (la televisión, la ética de la estadística o lo que es lo mismo, “todos lo hacen”…), lo sentamos en su silla de ruedas y ahí hacemos que permanezca.
Lo recibimos en el Bautismo por primera vez y luego en la Confirmación de un modo pleno; nos sembró siete dones (ciencia, temor de Dios, sabiduría, consejo, piedad, fortaleza y entendimiento) que son siete semillas que debemos cultivar con su ayuda… y que rara vez lo hacemos.
El Espíritu es el gran desconocido porque en la práctica lo tenemos olvidado, porque nos acordamos de Él cuando estamos en exámenes (los que son estudiantes)… pero no en la vida diaria, ni en la tentación, ni en la oración; en cada momento lo relegamos a un segundo término.
Esta fiesta de Pentecostés nos tiene que movernos a reflexionar, a dejarlo actuar, a invocarlo con más frecuencia, a sacarlo de su silla de ruedas en la que lo hemos puesto, a dejar que nos lleve a experimentar de Dios para que luego podamos transmitir esta experiencia a los demás, sin miedo, en su propio lenguaje. Pero sobre todo, que su fuego nos encienda en el Amor a Dios y a los demás.
Esta son mis “bodas de plata” con el blog (nota número 25), un agradecimiento a todos los lectores).
Como nota adicional… el don de lenguas es un don para la Evangelización, no es “hablar en lengua extraña”, sino que el de la lengua extraña me entienda… es decir, no todo el que habla en otro idioma sufrió un arrebato del Espíritu Santo, pues siempre los dones del Espíritu son para Evangelizar; en otro caso puede ser autosugestión, histeria colectiva, etc.
El don de lengua siempre lo he referido a poder hablar con propiedad y simpleza sobre un tema.
ResponderEliminarSi es gran desconocido, pero no menos importante
Saludos
Excatamente, Manuel: el don de lenguas va a que podamos entender mejor la palabra de Dios, y por eso si alguien nos predica sin que lo entendamos, sin dudarlo no lo tiene.
ResponderEliminarSaludos