domingo, 1 de mayo de 2011

Paso, Paso


Después de descansar el domingo pasado, retomo la continuidad del blog. Este es un día especial por varias razones, una de ellas es por la beatificación de Juan Pablo II hace unas horas en Roma.
El motivo principal es el tiempo Pascual. Pascua significa “Paso”. Es un verbo, no un sustantivo. Es el “Paso del Señor”.
La Pascua originalmente es una festividad judía, que se remonta a la liberación de la esclavitud egipcia del pueblo judío bajo la guía de Moisés (capítulos 12 al 15 del libro del Éxodo). Ellos interpretaban esta fiesta como “el paso de Dios a través del pueblo para liberarlo de la opresión egipcia”. Cada año, los judíos la celebran (con sus ritos propios) esta fiesta, en donde ellos reviven ese hecho de su historia.
La Pascua (y esto será tema de entradas posteriores cuando hablemos de la Eucaristía) adquirió un nuevo sentido a partir de Cristo: Él, como buen judío, la vivió como indicaba la tradición, pero la transformó.
Lo que antes significaba pasar de la esclavitud de Egipto a la libertad y a la posesión de la Tierra Prometida, ahora es, en primer término, el paso de Cristo (Dios), de la muerte (símbolo de la esclavitud del pecado) a una vida plena, nueva (la libertad). No se trata de revivir (volver a la vida pero de forma temporal, ya que se volverá a morir), sino de verdadera Resurrección: recuperar (por gracia de Dios) la vida para no volver a morir.
Al Resucitar Cristo, como hombre verdadero que también es, se nos abre el camino al cielo, que habíamos perdido por el pecado, que ya no tiene dominio sobre nosotros (bueno, siempre y cuando luchemos contra él).
La fiesta de la Resurrección debe ser también nuestra fiesta: así como Él murió y Resucitó, nosotros también debemos hacer lo propio. Son las fiestas de la Pascua, y durante la Cuaresma (o por lo menos eso se supone) nos preparamos para “morir” al pecado, es decir, luchamos por quitar de nuestra vida uno de nuestros pecados. Ese camino de la Cruz (que culminamos, junto con Cristo, en la Semana Santa) nos debe llevar más allá: a compartir los frutos de la Resurrección de Cristo. Es el Paso del Señor en tu vida y en la mía.
Las lecturas del domingo de hoy relatan cómo vivían las primeras comunidades el hecho de la Resurrección (sin duda, podemos aprender mucho de ellos): “eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Todos los que creían vivían unidos teniendo sus bienes en común. Diariamente acudían unánimemente al templo, partían el pan en las casas y tomaban su alimento con alegría y sencillez de corazón” (Hch 2, 42.44.46).
El camino que ellos seguían (hablamos de las comunidades fundadas inmediatamente después de la Resurrección), estaba centrado en:
  1. La enseñanza de los apóstoles: Ellos son los pastores de cada comunidad, quienes tienen la función de enseñar. Como testigos de la gracia de Dios, comparten la vivencia de su fe y los creyentes siguen su voz (así como nosotros la de nuestros obispos y el Papa…). 
  2. Asiduos en la comunión: común-unión, se saben amados por Dios, salvados por Él y que son iguales ante sus ojos, y, por tanto, viven el mandamiento del Amor (Cfr. Tres Regalos) entre ellos. 
  3. Fracción del Pan: asisten a Misa (en términos modernos, claro), no sólo los domingos (eran asiduos, como nosotros…), no como cumplimiento de una obligación, sino con el gozo de saber que en la Fracción volvían a vivir el hecho gozoso de la Resurrección. 
  4. Asiduos en la oración: tenían una relación personal con Dios además de la relación comunitaria (la Fracción del Pan), al igual que nosotros que en nuestro ajetreado día buscamos aunque sea unos minutos para dedicárselos a Él…
Así vivían ellos la Resurrección, ¿Y tú y yo cómo?

A manera de Posdata… ya alcanzamos el segundo millar. Agradezco a todos los que cada semana dedican un tiempo a leer estas líneas. Espero que les ayuden a vivir mejor la fe.

2 comentarios:

  1. Hola Toño:

    No sé porque a veces no puedo acceder a tu blog. En fin que ya estamos.
    El domingo pasado fue aquí la fiesta de la patrona del pueblo, la Virgen de la Salud, que coincidió con la beatificación. El párroco conocía personalmente a Juan Pablo II.

    Saludos

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  2. Hola Manuel:

    No sé, a lo mejor es que lo cargo con varias imágenes... veré como hacerlo más ligero.

    Gracias por pasarte

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