domingo, 22 de mayo de 2011

Del fin del mundo y otros cuentos



En días pasados, un predicador estadunidense aseguró, con gran firmeza, que el 21 de mayo iba a comenzar el fin del mundo. Hoy podemos decir con toda la calma del mundo que, como tantos, se equivocó.
El fin de los tiempos es un tema que ha estado siempre en la mente del hombre, que se pregunta cuándo va a terminar su ciclo en esta tierra y se esfuerza, en vano, por conocer una fecha, y hace un sinfín de cálculos, predicciones, interpretaciones, observaciones astronómicas y un largo etcétera, pero hasta ahora todos han demostrado su falsedad, y esto me animo a decirlo porque, si estoy escribiendo este blog y té lo lees, es que entonces por lo menos ambos existimos (y el mundo no se ha acabado).
Ya en los primeros cristianos había el sentimiento de una inminencia del fin, por aquellas palabras de Jesús cuando los apóstoles le preguntaron sobre el final del mundo (Capítulo 24 del Evangelio según san Mateo, el 13 de san Marcos y el 21 de Lucas): “no pasará esta generación”, por lo cual se esperaba su regreso glorioso alrededor del año 70… y nada.
Los pasajes anteriores de lo que hablan no es del mundo, sino de la destrucción del Templo de Jerusalén por los romanos (en el año 70, por Tito, lo que a su vez provocaría la dispersión de los judíos por todo el mundo) y las persecuciones de las que serían objeto los cristianos por razón de su fe (recordemos que la religión era un asunto de “seguridad imperial” para los romanos).
A partir de entonces, el libro del Apocalipsis ha despertado la imaginación de creyentes y no creyentes y ha generado toda una multitud de interpretaciones para desentrañar las “señales” del fin de los tiempos que vienen escritas en él. Como ya anteriormente mencioné (y luego abordaré con más detalle), el Apocalipsis es un libro de consuelo para los cristianos perseguidos, no la “Guía del fin del mundo para dummies”.
Sin duda, los años 666 y 1000, por la simbología numérica, fueron los favoritos para situar el fin del mundo… y así siguieron muchos más, en los que el fuego lo vinieron a avivar Nostradamus (1503-1566) con sus más que ambiguas profecías, los insignes fundadores de credos cristianos (Adventistas, Testigos de Jehová) y, por supuesto, nuestros medios masivos de comunicación… ah y cómo olvidar a los sabios mayas, que predijeron el fin del mundo (pero no la inminencia de su propio fin).
Cuando la guerra del Golfo (la Primera, Tormenta del desierto en los noventa), recuerdo que a Irak y a Sadam Hussein le atribuyeron ser la “Gran Babilonia” de la que habla el Apocalipsis (efectivamente, Babilonia estaba en Irak, pero eso no demuestra nada) y que esta guerra, de acuerdo con las profecías de Nostradamus y a la conjunción de Saturno con no me acuerdo qué planeta, marcaba el inicio del fin: Sadam no era otro que el jinete apocalíptico de la guerra y se desatarían el resto de las plagas inminentemente. A dos décadas de distancia, el “jinete” fue ahorcado por los Estados Unidos.
¿Cómo olvidar el año 2000? Segundo Milenio, y entre el temor de que las computadoras se equivocaran por confundir el 2000 con el 1900 (por aquello de las fechas en formato de dos dígitos) y de que sonaría la trompeta del Apocalipsis, pues henos aquí, como sobrevivientes.
Lo mismo pasó cuando el atentado de las Torres Gemelas… se anunció que (el hoy difunto) Osama bin Laden era el mismísimo demonio y que Nostradamus ya lo había profetizado con suficientemente anticipación.
Los mayas, y sus infalibles profecías del año 2012 nos esperan a la vuelta de la esquina. Hasta películas ya hay sobre el tema.
No nos engañemos, o más bien, no dejemos que nos engañen. El fin del mundo nadie, absolutamente nadie, lo conoce, “de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt 24,36). Las interpretaciones cálculos y profecías de Nostradamus, Malaquías y todos los que ustedes gusten y manden son, si bien nos va, ingenuos intentos por desentrañar una interrogante del hombre (cuando finalizará su existencia); algunas veces estos “datos” llevan una intención menos inocente.
Aquí sólo surge una recomendación: Estemos preparados. No lo digo yo, sino Jesús… el día y la hora no lo sabemos, pero de lo que sí estoy seguro es que alguna vez se acabará el mundo para mí (cuando yo muera), y eso no lo sé y no lo puedo predecir. El mundo terminará, sí, cuándo y cómo no sabemos, por eso debemos estar listos para nuestro encuentro con Dios, llevando una vida de virtud y de santidad.

1 comentario:

  1. Hola Toño:

    El fin del mundo es un tema que no me quita el sueño.

    Vivía en Venezuela, cuando alguien predijo sobre un tsunami en la costa que arrasaría Caracas (que no es propiamente ciudad costera), Total que a Caracas la esta arrando otro tipo de tsunami...

    Me gusto mucho la película de 2012. Buenos efectos especiaes, pero solo eso.

    Saludos Toño

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