Betún de chocolate |
Entre todos los hispanohablantes hay diferencias en ciertos términos. No hablo de política, sino de lenguaje. Si en algunos países, por ejemplo, hablo que voy a comer un “pastel con betún de chocolate” me verán con cara fea y se alejarán de mí, porque de acuerdo con el Diccionario de la real Academia de la Lengua Española, el betún puede ser:
- Mezcla de varios ingredientes, líquida o en pasta, que se usa para poner lustroso el calzado, especialmente el de color negro.
- Mezcla de azúcar y clara de huevo batidas, con que se bañan muchas clases de pasteles y dulces.
En México acostumbramos decir “voy a tomar el camión”. Lo que queremos expresar es que nos subiremos a un autotransporte para varias personas (autobús, ómnibus)… pero en algunos países es para transporte de carga.
Bolillo, telera, etc. |
Pero sin irme tan lejos, en algunos estados de México al mismo tipo de plan blanco se le llama de diversas formas: bolillo, telera (Sonora), virote (Guadalajara), Michas (Veracruz)… y hablamos de regiones geográficas cercanas.
Esta entrada no trata sobre lingüística y gramática. Lo único que quiero hacer ver es que pueden surgir problemas de comunicación entre personas del mismo idioma (o incluso, país, como el caso del “bolillo”) donde hay un legado cultural común, una cierta historia, idioma, etc. que compartimos. Si esto pasa a veces dentro del mismo país, ¿Qué no pasará con otra cultura?
Digo esto porque, del escritor bíblico, el hagiógrafo, nos separan muchas cosas: la cultura, la geografía y los años. No nos es posible hacer una interpretación completa de la Biblia si no hacemos un estudio concienzudo de la realidad sociocultural, política, histórica, geográfica, lingüística, etc. del escritor.
Por poner un ejemplo. En fechas recientes, la Santa Sede hizo un cambio en las palabras de la consagración del cáliz durante la misa. En vez de decir “que será derramada por ustedes y todos los hombres”, dice “que será derramada por ustedes y por muchos”. ¿Significa eso que hay algunos “elegidos” y que por los otros la Sangre preciosa de Cristo no fue derramada? A primera vista eso parece. Pero si vamos al arameo que hablaba Jesús, la noción universal “todos” no formaba parte del vocabulario, lo más cercano era “muchos”, y entonces en la Última Cena, las palabras que Jesús pronunció eran en arameo (él no hablaba latín, como en la película de Mel Gibson nos lo presentaron), esto es, “muchos”, aún cuando quería decir “todos”.
Un fanático religioso sin duda alguna interpretaría el “muchos” como una predestinación de parte de Dios hacia algunos hombres y formaría su propia secta argumentando ser él el depositario de esa promesa (cualquier parecido con la realidad, que me perdonen los Testigos de Jehová).
De hecho los famosos “144,000” de los que habla el libro del Apocalipsis (y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el Monte Sión, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de Él y el nombre de su Padre escrito en la frente, Ap 14,1) y que se supone que es el número de los salvados, y que después, según los testigos de Jehová, son los miembros de su religión… en realidad no es un número real, sino simbólico.
Me explico. En México, no sé en otros lados, solemos decir: “he hecho esto miles de veces”, para expresar que lo hemos hecho muchas veces (no necesariamente mil). Para los judíos, había varios números sagrados, simbólicos, que en sí mismo representaban un contenido extra al expresado. Por ejemplo el 3 y el 7, usados para expresar la perfección divina, o el 6 para la simbolizar la imperfección del mal (que intenta imitar a Dios, el 7, pero se queda en el intento).
El 12 para ellos era sumamente importante: las tribus de Israel. Recordemos que, a la entrada a la tierra prometida, se constituyen “doce tribus” de los descendientes de José (“El Soñador”), y el número volverá a aparecer cuando Jesús elige sus apóstoles (doce también). A la muerte de Judas, ellos lo “reponen” con san Matías, porque el número doce para ellos es claro: representa al pueblo escogido por Dios.
Con una calculadora en mano, nos encontramos que el número de los salvados es la multiplicación de 12 por 12 por 1000, es decir, representa la plenitud del pueblo escogido por Dios (es decir, todos los que hemos recibido el bautismo), no un número fijo, predestinado, no es un “cupo limitado”.
En la muy conocida parábola del hijo pródigo (Lc 15), se nos narra que el hijo comía lo mismo que los cerdos (Lc 15, 16). Para nosotros, ese detalle significa poco, pero para los judíos representaba demasiado: el cerdo era considerado el más impuro de los animales, y bajo su concepto que los alimentos podían hacer impuro (pecador) al hombre, pues entonces comer lo mismo que un inocente cerdito era lo mismo que asimilarse a él, es decir, caer hasta lo más profundo del pecado.
Cuando Jesús llama a sus apóstoles, no les dice “vengan a predicar la palabra conmigo”. Les dice “los haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19). ¿Por qué? Simplemente porque ellos eran pescadores. Les habló en el idioma que ellos entendían.
Ejemplos como estos hay muchos, muchísimos, que no alcanzaría a cubrir en varias entradas. Lo que quiero dejar en claro es que el papel cultural tanto de escritor como del pueblo al que se dirige, y por eso es necesaria la función de estudio de lo que el texto original quiso decir (a lo cual se le llama exégesis) para después hacerlo actual (hermenéutica). Pero no cualquiera puede hacer eso, se necesita mucho estudio de las lenguas originales: hebreo, arameo y griego.
En alguna ocasión me encontré una Biblia en un hotel que se preciaba de haber sido “traducida del inglés”; sin embargo, el único problema es que el inglés no es idioma original, por lo tanto, al traducir (en el mejor de los casos) del griego (pues era un Nuevo Testamento) al inglés y de ahí al español, se pierde mucha riqueza del contenido y, sobre todo, del sentido.
Hay algo que no hemos considerado y lo haremos en la siguiente entrada: el estilo literario, pues no es lo mismo leer “poesía” que “crónica”, “épica” o “prosa”.