En la entrada anterior, reflexionamos sobre el hecho que el cigoto o, para ser más claros, el óvulo recién fecundado es ya una substancia individual, pero aún nos falta saber si en verdad es de naturaleza racional o ésta la adquiere en un momento posterior.
Pienso, ¿Luego existo?
Es célebre el argumento de René Descartes que, para probar la existencia de sí mismo, usaba el argumento “Cogito, ergo sum” (Pienso, luego existo). Y es que el razonamiento es, según la opinión ampliamente extendida, la señal inequívoca de la naturaleza racional, y, con ello, del ser humano.
A un adulto nadie, en su sano juicio, le negaría la condición racional (por más que haya algunos que se empeñan en no usarla). Incluso se acepta que los recién nacidos ya poseen la capacidad racional, por lo cual el infanticidio está penado por la ley.
Pero, ¿y antes de nacer? ¿Se puede hablar verdaderamente de una naturaleza racional? ¿Desde cuándo? Porque, según ciertos argumentos, es el cerebro el que nos ha dado la habilidad de pensar.
Hace algunas semanas, fui a un museo en honor de un ex presidente de México (Benito Juárez) y en él se conservaba una pluma con la que escribió no recuerdo qué documento importante. Sin duda alguna, fue grande el mérito que esa pluma tuvo, pues con la inmensa sabiduría que ella (la pluma) posee, redactó tal escrito y eso le valió ser catalogada como un tesoro nacional. Realmente, Juárez no hubiera sido nada sin esta pluma.
Cualquiera que lea el párrafo anterior, notará evidentemente que lo que digo es un disparate: no puedo decir que fue la pluma (en sentido estricto del término) quien escribió (ella sólo siguió lo movimientos de la mano del verdadero autor) el texto, sino que todo ello salió de la mente del autor (Benito Juárez) y la pluma fue tan sólo un instrumento por medio del cual se manifestaron la ideas de don Benito, las cuales quedaron plasmadas en el documento de alto valor histórico. La pluma, repito, es tan sólo un instrumento del verdadero autor, que es quien dio origen al texto.
Lo mismo acontece con el cerebro. No niego el importante papel que tiene para el pensamiento humano, pero no deja de ser una “pluma” en las manos de algo mayor (la inteligencia propiamente hablando). Pensar en el cerebro humano como causa (y no como un instrumento) del razonamiento humano es tanto como decir que la pluma es la autora de las ideas vertidas en el texto antes citado o que mi computadora es quien ha escrito este blog.
¿En qué me baso para afirmar lo anterior? Pensemos por ejemplo, en la felicidad. ¿Alguien la ha visto caminando? ¿O alguien puede señalar dónde se encuentra? Yo, a lo más que puedo aspirar, es a señalar hechos o personas felices (que son cosas concretas, es decir, que puedo percibir a través de los sentidos). A partir de ambos (actos y personas) puedo definir a la felicidad, pero jamás habrá un acto o persona que cumpla al 100% con las características de la felicidad. Incluso, me puede ser difícil definirla, pero si alguien se refiere a ella, sin duda que lo entiendo.
No importa que la felicidad sea algo abstracto (es decir, que no puede ser percibido por los sentidos), entiendo qué es y lo identifico en hechos y personas concretas, y así digo que estoy feliz, o que siento la felicidad o que tal cosa me hace ser feliz.
De aquí, puedo concluir que me es posible entender cosas que son abstractas (que no tienen cuerpo, no pueden ser captadas por los sentidos: la felicidad) y cosas que son concretas (las puedo percibir por los sentidos: sensación de ser feliz, hechos felices, etc.): si mi mente puede ir más allá de la materia, entonces es que ella misma no es materia al 100%, hay un “elemento” que es inmaterial.
El papel que el cerebro tiene dentro de todo esto es precisamente “procesar” las imágenes que nos vienen de los sentidos (vista, tacto, gusto, olfato, oído), sirve de “almacén” para los datos pero, en realidad, quien lo procesa es la mente, o, mejor dicho, el alma humana.
La característica “racional” del hombre opera a través del cerebro (así como Benito Juárez escribía a través de la pluma): el cerebro es un instrumento necesario para razonar (como la pluma para escribir) pero no es indispensable para considerar que ese “ser vivo” es racional (no porque Benito Juárez pierda su pluma dejará de ser un estadista importante).
Voy a citar lo que al respecto de la naturaleza racional escribí en la entrada anterior: “debemos quedar en el entendido que esa substancia, con las condiciones correctas, es capaz de realizar operaciones como el razonamiento, el amar, el querer (que no es lo mismo que desear), es decir, no significa que ya debe tener uso de esas capacidades”. Es decir, no importa que falte el cerebro, desde el momento en que ese ser tiene vida propia, es un ser humano.
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