Cartel publicitario de "Estigma" |
En 1999, Rupert Wainwright filmó la película "Estigma" (Stigmata). Es una buena película de suspenso tipo policíaco (al igual que Ángeles y Demonios, El Código Da Vinci, etc.) pero de un contenido religioso muy superficial.
La trama está basada en una muchacha norteamericana de costumbres "disipadas" llamada Frankie Paige (Patricia Arquette), quien es "poseída" por el espíritu de un sacerdote recién fallecido en Brasil. Ella comienza a experimentar los estigmas (las heridas de Cristo en la Cruz: las perforaciones en manos y pies, en el costado y las señales de la corona de espinas).
Un sacerdote es enviado por parte del Vaticano a investigar, puesto que además de la aparición progresiva de los estigmas ella va teniendo una especie de revelaciones, y comienza a hablar en lo que se identifica en arameo y a escribir fragmentos de un texto, el cual es fotografiado y remitido al Vaticano para su estudio.
La Iglesia, temerosa del contenido (pues descubre que se trata de un evangelio apócrifo que, para variar, amenaza con destruirla desde su base) busca a toda costa destruirlo y ordena sea suspendida su traducción. Con una trama digna de Hollywood, la película finaliza con el descubrimiento del manuscrito en cuestión entre los efectos personales del sacerdote fallecido y con una frase del mismo texto: "Mas el Reino está dentro de vosotros y fuera de vosotros. Cuando lleguéis a conoceros a vosotros mismos, entonces seréis conocidos y caeréis en la cuenta de que sois hijos del Padre Viviente. Pero si no os conocéis a vosotros mismos, estáis sumidos en la pobreza y sois la pobreza misma".
De acuerdo con la película, este evangelio fue escrito por Tomás Apóstol y en vano la Iglesia ha intentado desaparecerlo, puesto que la frase que anteriormente escribí significa que el "poder" que tiene ella desaparecerá, porque el Reino de Dios es interior, independientemente de la religión o de una estructura (y eso, dicen, no le conviene a la Iglesia).
Entramos al escabroso tema de los apócrifos. Digo los (y no evangelios) porque hay un sinnúmero de textos considerados como apócrifos (pueden consultar la novena entrada del blog: Ser o no ser, he ahí el dilema). El caso es que Tomás es uno de los más controvertidos.
Hay diversas teorías con respecto a su fecha de redacción, unas lo asumen previo a los Evangelios canónicos, otras que es posterior. El hecho es que no está considerado dentro de los Evangelios canónicos (recordemos que el concepto de canónico significa que ha sido reconocido como inspirado y está inscrito en la lista de libros inspirados).
Edición de los Evangelios Apócrifos |
No es que la Iglesia tema que se conozca la verdad sobre este evangelio (con minúscula) porque se conmocionará desde sus cimientos y se destruirá (ese es un argumento de Hollywood). De hecho he de decirles que tengo en casa unos libros (de una editorial católica, pero no es el de la foto) que recogen a gran parte de los escritos apócrifos (del Antiguo y del Nuevo Testamento) y que ya he leído algunos.
Este evangelio no es un relato estructurado como los demás, sino es un conjunto de dichos (114), algunos de los cuales aparecen en los cuatro Evangelios, pero muchos otros no.
El problema “pequeño” y que no se alcanza a dimensionar es la postura filosófica que hay detrás de este evangelio y de otros más (incluyendo el de judas): el gnosticismo. A reserva de abundar más, pero este movimiento filosófico-religioso se caracteriza por varios elementos, pero en el que me quiero enfocar es en el hecho de que solamente unos cuantos han sido elegidos por Dios para tener el conocimiento (gnosis en griego es conocimiento) que los salvará (es decir, los no-elegidos no tienen acceso al conocimiento y, por tanto, a la salvación).
Pongo como ejemplo unos cuantos dichos.
Dijo Jesús a sus discípulos: «Haced una comparación y decidme a quién me parezco». Dijóle Simón Pedro: «Te pareces a un ángel justo». Díjole Mateo: «Te pareces a un filósofo, a un hombre sabio». Díjole Tomás: «Maestro, mi boca es absolutamente incapaz de decir a quién te pareces». Respondió Jesús: «Yo ya no soy tu maestro, puesto que has bebido y te has emborrachado del manantial que yo mismo he medido». Luego le tomó consigo, se retiró y le dijo tres palabras. Cuando Tomás se volvió al lado de sus compañeros, le preguntaron éstos: «¿Qué es lo que te ha dicho Jesús?» Tomás respondió: «Si yo os revelara una sola palabra de las que me ha dicho, cogeríais piedras y las arrojaríais sobre mí: entonces saldría fuego de ellas y os abrasaría» (dicho 13).
Dijo Jesús: «Yo comunico mis secretos a los que [son dignos] de ellos. Lo que hace tu derecha, no debe averiguar tu izquierda lo que haga» (dicho 62).
Dijo Jesús: «Si os preguntan: ¿De dónde habéis venido?, decidles: Nosotros procedemos de la luz, del lugar donde la luz tuvo su origen por sí misma; (allí) estaba afincada y se manifestó en su imagen. Si os preguntan: ¿Quién sois vosotros?, decid: Somos sus hijos y somos los elegidos del Padre Viviente. Si se os pregunta: ¿Cuál es la señal de vuestro Padre que lleváis en vosotros mismos?, decidles: Es el movimiento y a la vez el reposo» (dicho 50).
La cuestión es la siguiente: de acuerdo con esta postura, solamente los iluminados son los capaces de entrar al Reino. Al final, la salvación que Cristo vino a traer sólo fue para unos cuantos, elegidos, y los demás deberán conformarse con estar fuera del Reino. Nada de lo que haga o deje de hacer cambiará mi destino: si soy elegido, me salvaré, si no lo soy, me condenaré, pues así lo decidió Dios desde el principio.
Esta es solamente una pincelada del gnosticismo, pero en la siguiente entrada lo abordaré con mayor detalle esta postura, que quedará más clara con el evangelio de Judas Iscariote.
Una exposición interesante esto de los apocrifos.
ResponderEliminarAlgo he leido sobre el evangelio de Judas.
Ya veremoscomo viene
Saludos Toño
Los apócrifos son históricamente intersantes: nos ayudan a compreder mucho de la historia de la Iglesia y de algunas medidas disciplinares, doctrinales, etc.
ResponderEliminarA Judas lo analizaremos con detalle jeje
Vi esta película hace mucho, y desde entonces algo en mi cambio. No voy a la iglesia, pero si creo en Dios. No sé cómo llamarlo, pero puedo encontrar paz en un día soleado, en el viento, en los árboles, o también cuando una persona extraña me sonrie. Pará mí es ahí donde está Dios. En cada cosa, en cada acto sincero de amor.
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