domingo, 11 de febrero de 2018

El verdadero ayuno

            Cada año, por estas fechas, aparecen las típicas frases o imágenes que llaman a “ayunar” de carne humana pues “ayunar” de carne animal no sirve de nada, no ayuda a la persona. Este año se “agrava” la situación porque el Miércoles de Ceniza cae el 14de febrero, día en que tradicionalmente se “celebra” el día del amor y la amistad.
            He leído en Facebook y en algunas páginas católicas, la misma pregunta una y otra vez: ¿se debe ayunar? ¿No es mejor no comer carne humana? Las típicas respuestas del católico mal formado es “misericordia quiero y no sacrificios”, “el no comer carne no te hace mejor persona”, “eso era una costumbre medieval” y un sinfín de afirmaciones, como siempre, totalmente erróneas.
            Partamos del punto que la penitencia nunca, pero nunca, fue “menospreciada” por Jesús. Desde el ayuno de cuarenta días y cuarenta noches en el desierto, hasta la invitación a los discípulos a “orar y ayunar” para expulsar a los demonios hasta el mismo valor de su sufrimiento y muerte en la Cruz para salvarnos a todos, la penitencia tiene un lugar central en la espiritualidad cristiana; “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga».” (Mt 16, 24).
            Es verdad que el profeta Oseas (como les encanta citar a los tibios) dice: “Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os 6, 6), pero la cita bíblica debe leerse en su contexto totalmente. Mientras los ricos presentaban sus ofrendas en el Templo, defraudaban al pobre, le robaban, explotaban a los trabajadores y se enriquecían injustamente. La ofrenda que presentaban estaba manchada por el pecado. Por eso el Señor reclama a su pueblo. Por eso pide piedad antes de hacer el sacrificio. El sacrificio, por sí mismo, no salva.
            La auténtica mortificación cristiana no es un “faquirismo” ni un “estoicismo” (soportar el dolor), sino en realidad es vista como una purificación necesaria para lograr la santidad. El ascetismo (abstenerse de placeres lícitos) es una vía necesaria para alcanzar la santidad. Ningún santo, en toda la historia de la Iglesia, ha dejado de llevar una vida de mortificación y penitencia.
            En su número 1249, el Código de Derecho Canónico nos indica: “Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones que siguen”.
            Debemos distinguir dos prácticas que constantemente se confunden: el ayuno y la abstinencia. El canon 1251 indica: “Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo”. La abstinencia se relaciona con la ingestión de carne de res, puerco o aves, exceptuando pescados y mariscos, en tanto que el ayuno se relaciona con el número (y contenido) de comidas que se realizan en el día.
            Un director espiritual que tuve, y que estoy seguro que ya se encuentra gozando de la visión de Dios por la santidad de su vida, decía que la auténtica penitencia cuaresmal (y de cualquier tipo) era abstenerse de lo que ordinariamente es bueno, pero no que no era correcto definir como penitencia “abstenerse de pecar”, puesto que esa era la obligación durante todo el año.
            El punto aquí es que la penitencia es hacer algo extra, que nos cueste, adicional a lo vida de lucha contra el pecado que ya hacemos. Estoy de acuerdo que no debemos “comer carne humana”, pero esa debe ser la regla durante todo el año, no solamente durante la Cuaresma. Sin duda, si tu ayuno solamente consiste en abstenerte de criticar a la personas, ¿quiere decir que durante todo el año cometes ese pecado? Si es así, tienes razón, en nada estás progresando en la vida espiritual y te encuentras muy lejos de la santidad. Y la culpa no es del ayuno, sino de tu pobre lucha espiritual.
            Mucha gente argumenta “que los pescados y mariscos están muy caros”. Es verdad, por el sistema económico los pescados y mariscos se vuelven inaccesibles para muchas personas, pero la Iglesia manda abstenerse de comer carne, no “comer un coctel Vuelve a la vida” o “Salmón empapelado”. Igual cumple con la abstinencia de carne quien come una ensalada con puras verduras, vinagreta y algún lácteo que quien come su ensalada de atún.
            El sentido de la mortificación está en negarle a mi cuerpo, por amor a Dios, algo que es bueno. Si dejo de comer carne de res pero como un coctel que me deja mucho más que satisfecho que un filete, definitivamente no estoy cumpliendo el sentido espiritual de la abstinencia y mucho menos el del ayuno.
            A menos que alguien se encuentre severamente enfermo (una persona anémica por ejemplo) o embarazada, a nadie le hará daño privarse durante menos de 53 días al año (los 52 viernes más el Miércoles de Ceniza, restando los que coincidan con alguna solemnidad) o sea menor de 14 años o mayor de 60, a nadie le hará daño dejar de comer un día carne y ayunar (si ya ha cumplido los 18 años).
            El ayuno consiste en hacer una sola comida normal (lo que comeríamos cualquier día del año sin caer en excesos) y que el desayuno y la cena sean lo más frugal posible (es decir, lo mínimo indispensable). En algunos lugares se acostumbra desayunar sólo café (o leche) y pan, eso es muy bueno si no eres amante del pan… porque entonces parece más un “premio” que una mortificación. En esos casos (es el mío), se puede cambiar el pan por una tortilla o algo que no te guste tanto.
            Como una nota adicional, algunos “enamorados” sienten que el día se les “arruinó” porque no podrán ir a cenar por el 14 de febrero. Si esa es la visión que tienen, distan mucho de comprenden la forma en que deben vivir cristianamente su noviazgo. El noviazgo, como preparación para el matrimonio, debe ser motivo de santificación (y no motivo de pecado). Si los novios no oran y se mortifican el uno por el otro, definitivamente no están construyendo sobre roca firme, sino sobre una arena movediza que a la primera dificultad hundirá a su familia. Sobra decir que, en el caso del noviazgo, abstenerse de las relaciones sexuales y otras prácticas que van contra el sexto mandamiento es algo que debe hacerse siempre (pues es pecado grave).
            Existe la sana costumbre de hacer un sacrificio durante la Cuaresma. Es bueno y sano para el alma. Recuerda que la mejor mortificación la encontrarás en la oración y con la compañía de tu Director Espiritual. Debe ser algo que sea lícito (permitido) y que te ayude a alcanzar la santidad.
            Espero que esta entrada te sirva para vivir mejor la Penitencia Cuaresmal. Puedes revisar las entradas “Polvo” y “Martes de Carnaval” para ampliar tu reflexión.
           
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2 comentarios:

  1. Qué bueno encontrar este artículo con posturas tan firmes y arraigadas en el magisterio católico. Cuántos hemos caído en ese modernismo que se apodera de la Santa Madre Iglesia, cuántas veces proclamé ese ayuno de carne humana como único objetivo en la cuaresma y falté a lo que la iglesia mandaba por pura ignorancia y soberbia al creer que lo tenía todo interiorizado.
    Bendito sea el Señor por regalarnos una Madre como la iglesia, que nos da el alimento necesario para cada aspecto de la vida

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    1. Muchas gracias por su comentario. Por desgracia, el modernismo ha permeado en la Iglesia a diferentes niveles, ahora nos toca defender a nuestra Madre de tales errores.
      El blog cambió de página, puede seguirnos en las nuevas entradas aquí razonandolafe.wordpress.com

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