domingo, 13 de septiembre de 2015

Más que un "no"


Desde pequeños, en el catecismo para realizar la primera Comunión, o en la escuela (si es que fue religiosa), nos enseñaron los 10 mandamientos. Yo tuve un profesor que le encantaba preguntarlos en desorden y te ponía nervioso para que fallaras. Y aprendimos que, la “fórmula general” de casi todos los mandamientos en “No harás esto…”.
Conocí también a una persona que decía “¿de qué me confieso? No robo, no mato, no engaño a mi esposo”… pues, para ella, los mandamientos se limitaban a lo que el “no” indicaba: no matar, no robar, no fornicar, no mentir (a menos, claro está que fuera una “mentira blanca” o “piadosa”).
Desgraciadamente, hemos deformado la verdadera imagen de los Mandamientos. Jesús mismo dijo: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice” (Mt 5,17).
Cuando un joven rico se acerca a preguntarle qué debía hacer para ganar el cielo, Jesús respondió: “Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre»” (Mc 10,19); marcándole ése como el inicio de la vida de perfección.
Cuando Jesús se transfiguró ante sus discípulos en el monte Tabor (Mt 17, 1-9; Mc 9, 2-9; Lc 9, 28-36), aparecen Elías (símbolo de los profetas del Antiguo Testamento) y Moisés (símbolo de la Ley) para representar, entre otras cosas, que con Jesús la Ley y los Profetas encuentran su plenitud.
En ningún momento se “derogan” los 10 mandamientos. Jesús constantemente criticará a los fariseos por su interpretación literal de los mandamientos y las normas, puesto que los mandamientos no son “letra muerta”, son palabra de Dios que se dirige a su pueblo y le da una norma de conducta. Incluso, es Él mismo quien da la clave de la interpretación de los mandamientos, cuando le preguntan por el mandamiento más importante, responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas” (Mt 22,37-40).
En la Última Cena, Jesús mismo dice: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros» (Jn 13, 34-35).
La clave de la interpretación de los Mandamientos no es el “no hacer”, sino el amor que se le imprime. San Agustín resumió magistralmente esto en su célebre frase “Ama y haz lo que quieras”. El secreto está en el verdadero amor, del cual san Pablo hablará también en 1Co 13. 
Si interpretamos a los mandamientos como sólo el no, perderemos gran parte de su riqueza espiritual. El mandamiento es el “mínimo” que se nos pide, es reconocer a Dios como nuestro creador y someter nuestra voluntad a Él.
Hay una serie de prácticas (recomendadas y no recomendadas) asociadas a cada uno de los Mandamientos, que muchas veces desconocemos. El propósito de las entradas siguientes es analizar uno por uno (con eventuales interrupciones por algún tema urgente) el contenido de cada mandamiento.
Este camino ya lo hemos empezado. Por ejemplo, el Primer Mandamiento, “amarás a Dios sobre todas las cosas”, involucra muchos comportamientos, como la adoración correcta a Dios (Imágenes ¿adoradas?, Hasta en la sopa, Y la Virgen sopló, el culto a los santos), la adivinación (Charlie Charlie, los horóscopos, adivinación en general, magia), la superstición (cadenas de ignorancia, las vírgenes celosas, cadena de favores), la vivencia correcta de la fe (el dogma de la Asunción de María), la vida de oración, los votos y promesas, etc. Muchos de ellos ya han sido abordados en entradas anteriores, en las siguientes entradas hablaremos de lo siguiente:
  1. El culto a los santos ¿Es idolatría? ¿Ellos hacen milagros?
  2. Los horóscopos y la adivinación ¿Son compatibles con la fe cristiana? (y con una sociedad con avances científicos, por cierto).
  3. ¿Qué decir de la magia "blanca?
  4. ¿Qué papel tiene el Magisterio de la Iglesia, los Concilios, la Tradición en la vivencia de la fe?
  5. ¿Qué debemos decir de los votos, promesas, mandas…? (que será también el inicio del Segundo Mandamiento: no tomarás el nombre de Dios en vano).

Te invito a que, como siempre, mantengas una lectura crítica, abierta, y te mires en el espejo de lo que debiera ser tu vivencia de fe, purifiques tu vida y ames más profundamente a Dios. Recuerda, el “pecado” no es otra cosa que darle la espalda a Dios, desobedecer lo que Él nos ha pedido, cerrarnos a su amor que se derrama y destruir su plan de felicidad que tiene para nosotros.



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