miércoles, 8 de junio de 2016

Los cuatro jinetes del apocalipsis


NOTA PREVIA: Esta entrada no tiene como objetivo denigrar, discriminar o emitir un juicio sobre personas concretas, sino entablar un diálogo, basado en la argumentación racional, por lo que cualquier comentario (a favor o en contra) que no siga este tenor, será eliminado.

Nos encontramos viviendo en el posmodernismo. Un período histórico que se caracteriza por ser un desencanto. ¿Desencanto de qué? Desencanto de todo. Es muy complicado establecer un inicio de esta época, puesto que en lo único en lo que los autores están de acuerdo es en que inició en algún momento del siglo XX. Es una época de corrientes de pensamiento contradictorias, que mezclan ideologías sin criterio aparente, en el que el consumismo y la tecnología ocupan un lugar preponderante. Cuestiona, sólo por cuestionar pero con poco fundamento racional, los modelos, los valores, la historia misma. Es un período histórico que, lejos de generar algo nuevo, vuelve al pasado sólo para repetir los grandes errores que cometieron. Pero, tal vez su característica más importante, son sus cuatro jinetes “apocalípticos” (en la entrada anterior mencioné otros tres): la democracia, la tolerancia, la inclusión y el subjetivismo.
Protágoras (485 a. C.- c. 411 a. C.)
Hablaré muy rápido de ellos, empezando por el último, el más poderoso, que curiosamente se opone al primero (la democracia). El subjetivismo es tan “posmoderno” como los antiguos griegos. Es tan nuevo, como Protágoras, el filósofo griego que murió hace 2400 años aproximadamente. Él afirmaba que “El hombre es la medida de todas las cosas”. Si bien hay una discusión importante sobre el significado real de sus palabras, lo más probable es que Protágoras pensara que el hombre era quien definía el “ser de las cosas”. No se refiere a que el hombre “nombra” a las cosas. Quiere decir que el hombre “determina” las cosas. Te lo pondré más fácil: yo puedo decidir qué es bueno y qué no lo es. ¿Te suena a la tentación original? “Serán como dioses” dijo la serpiente. 
A mis originales “amigos” “posmos” les encanta creer que su postura es nueva, que este jinete no tiene 2400 años de existir y entonces dicen que “nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con el que se mira”, o, cuando quieren verse más refinados, que no hay “verdades absolutas”, que “nadie puede poseer la verdad” o, cuando los presionas en terrenos en los cuales no son capaces de argumentar (en esencia, en ningún terreno pueden argumentar), que no seas intolerante y “no intentes imponer tu retrógrada visión de la realidad a los demás”. Pero no son capaces de ir más allá.
Así es el subjetivismo, que ha convertido al individuo, a cada persona concreta, en el juez supremo de esta época. Esta dupla de subjetivismo-individualismo lleva a situaciones absurdas, a la llamada “ética de las minorías”, en la cual los criterios de la ética se fragmentan hasta tener que proteger a todos, incluyendo a las minorías aún si esto representa un atentado al bien común de la sociedad. De esta forma, la ética deja de ser un referente del comportamiento y se convierte en un sinfín de casos particulares sobre los que hay que pronunciarse. 
El ejemplo típico está en los argumentos para permitir el aborto posterior a la violación. Si bien no hay cifras claras, diferentes fuentes estiman que entre el 2y el 5% de las mujeres que han sido violadas quedan embarazadas. Si bien ambas acciones son crímenes reprobables (la violación y el aborto), y dejando de lado que el aborto es un crimen aún mayor que la violación (pues implica el asesinato de un inocente por el crimen que un culpable cometió), ¿Es justo atropellar los derechos humanos del no-nacido para “beneficiar” al 5% de la población? Esto es ética de minorías.
La democracia, otro de los jinetes “posmos” curiosamente se opone, contradice y a veces se alía con el subjetivismo-individualismo. Si en el primer jinete lo importante es la persona, ahora la “colectividad” y la “estadística” es lo que manda. Lo que la mayoría mande (siempre y cuando vaya en contra de lo “tradicional”). Un ejemplo: legalización del consumo de drogas. “Hay que permitirlas, dicen, porque hay mucha violencia y mucha gente las consume”. ¿Desde cuándo la cantidad de gente que practica cierto acto lo vuele bueno o malo moralmente hablando? ¿Por qué, al hablar del matrimonio “igualitario” no se toma en cuenta la abrumante mayoría de matrimonios naturales que existen y que echarían por tierra, estadísticamente hablando, la existencia del matrimonio homosexual? “Es que ese es un tradicionalismo”. Es la respuesta del posmo.
La democracia griega, la original, no era en absoluto parecida a la que tenemos hoy. Los griegos entendían por “demos” (pueblo) a la gente educada, instruida, con un oficio y beneficio para la sociedad. Para ellos, era un deber del ciudadano participar y opinar informadamente en las discusiones que se llevaban a cabo en el ágora (la plaza). No cualquiera participaba. Ahora, la democratización se entiende como un “a ver qué dicen todos” sin establecer un criterio para la discusión. La promoción del abstencionismo electoral, por ejemplo, va en contra de la misma democracia. Es curioso el caso de cierta periodista mexicana, Denisse Dresser, que en 2015 promueve la anulación del voto y en 2016 habla de sus aspiraciones presidenciales. ¡Qué rápido cambian las cosas en un año!
No es círculo ni es cuadrado. Es un cilindro. Pero eso
no significa que sea "círculo" y
"cuadrado" verdadero a la vez
Si se quiere resolver todo a través de la democracia, hay un grave riesgo de atropellar valores fundamentales (como la dignidad humana) que pueden resultar incómodos a cierto grupo de personas.
¿Qué diremos de la inclusión? Es pariente cercana del individualismo. Primos podríamos decir. Ella siempre viene acompañada de su “gemela malvada”, la discriminación. Más que gemelas, son una especie de siamesas que son inseparables. Para el posmo, no pueden ser nombradas la una sin la otra ¿Qué significa? Mil y un definiciones en discursos políticos, en blogs, en las consignas que se gritan en las marchas de apoyo a las minorías.
Pero la única definición aplicable a este tema aceptada por la Real Academia de la Lengua Española es: “Poner algo o a alguien dentro de una cosa o de un conjunto, o dentro de sus límites”. Inclusión, en el contexto legal, significaría que la ley no “desprotege” a un grupo en particular. Si por ejemplo una ley penalizara las relaciones homosexuales con cárcel, sería un claro ejemplo de discriminación o de no-inclusión, puesto que está retirando la protección legal (está “sacando de los límites de la ley”) a un grupo de personas por una cuestión de preferencia sexual.
Sin embargo, una ley que reconozca como iguales el matrimonio entre hombre y mujer y la unión entre personas del mismo sexo, se ve como un ejemplo de “inclusión” cuando es un ejemplo de lo contrario. ¿Por qué? Porque arbritariamente y sin fundamento se está haciendo “iguales” lo que no lo es. Numerosos grupos se han pronunciado sobre este tema y no se trata de promover una ley “anti-homosexuales”, sino de no equiparar a la familia con lo que no es familia. Se está poniendo dentro del conjunto “familia” aquello que no pertenece. Sobre los argumentos de por qué no pueden ser equiparables, te invito a consultar entradas anteriores.
Dejaré al último de los jinetes, la tolerancia (y su siamés respeto) para la siguiente entrada, pues esta entrada ya se ha alargado demasiado.


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domingo, 29 de mayo de 2016

¿Cómo destruir una sociedad?


NOTA PREVIA: Esta entrada no tiene como objetivo denigrar, discriminar o emitir un juicio sobre personas concretas, sino entablar un diálogo, basado en la argumentación racional, por lo que cualquier comentario (a favor o en contra) que no siga este tenor, será eliminado.

Destruir a una sociedad no es fácil. No me refiero a matar sistemáticamente a sus miembros. Tampoco me refiero a cambiar sus “instituciones de gobierno”. Sin querer hacer un tratado de sociología, sólo me limitaré a decir que la sociedad va más allá de un conjunto de normas e instituciones. Es, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas. Asamblea a la vez visible y espiritual, […] recoge el pasado y prepara el porvenir. Mediante ella, cada hombre es constituido <<heredero>>, recibe <<talentos>> que enriquecen su identidad” (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica (CICAT) n, 1880). El Concilio Vaticano II, a través de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, nos dice que “El principio, el sujeto y fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana (GS 25). “La sociedad es indispensable para la realización de la vocación humana (CICAT n. 1886).
La célula básica de toda sociedad es la familia. Ninguna sociedad que haya tenido sólida su estructura familiar ha sucumbido. Defender los valores familiares, la unidad y la naturaleza de la familia es un deber de las instituciones políticas, pues “la autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos. Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medias contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia” (CICAT n. 1903)
Regreso a la pregunta original. ¿Cómo destruir una sociedad? Atacarla de frente, sistemáticamente, no sirve, pues numerosas asociaciones se encargarán de levantar la voz. Hay una forma de destruir a la sociedad desde su base, y es más, hasta de recibir aplausos, elogios, y ser exaltado como un ejemplo de modernidad, inclusión, y tolerancia. Desgraciadamente, el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, ha encontrado el modo de destruir nuestra sociedad: atacar a la familia.
En el marco de la celebración del día mundial contra la homofobia, el Presidente anunció, entre otras cosas, dos iniciativas de reforma: una al artículo 4º Constitucional, para “reconocer como un derecho humano que las personas puedan contraer matrimonio, sin discriminación alguna” (dejando de manera explícita el matrimonio “igualitario” en la Constitución) y, por otro lado, una reforma al Código Civil Federal que “moderniza el lenguaje, para evitar las expresiones discriminatorias que aún contiene este Código Federal”. Dando clic en los enlaces anteriores puedes consultar las versiones oficiales publicadas en la página de la Presidencia de México.
Lo que aparenta ser un gran avance en materia de democracia, tolerancia e inclusión (tres de los jinetes apocalípticos de la posmodernidad), en realidad es un ataque a la familia que miles de personas aplauden, sin ver que esto representa la destrucción de la sociedad mexicana tal y como la conocemos. ¿Por qué afirmo esto? Después de leer la propuesta de reformas, puedo señalar como puntos relevantes los siguientes: 
  1. En caso de aprobarse la reforma al Artículo 4º Constitucional, al hablar de la posibilidad de contraer matrimonio por toda persona mayor de 18 años y que “no podrá ser discriminada por […] género, […] preferencias sexuales” hace que, cualquier legislación local del índole que sea que establezca el matrimonio como unión del hombre y la mujer, automáticamente se vuelva inconstitucional y, por lo tanto, carente de sustento legal. Puedes revisar los argumentos de porqué rechazamos este tipo de uniones en las entradas sobre el matrimonio homosexual 1 y 2. Yendo aún más a fondo, en el caso de que cualquier credo religioso (no sólo la Iglesia Católica, puesto que la oposición al mal llamado matrimonio igualitario no es exclusiva de la Iglesia Católica) negase el matrimonio a una pareja homosexual, estaría actuando en contra de esta ley. ¿Dónde queda entonces el derecho a actuar conforme a la propia conciencia? ¿No se está violando el derecho a la libertad de culto?
  2. En el caso del Código Civil Federal, se deroga la referencia a la edad mínima para contraer matrimonio, así como la necesidad de consentimiento por parte de los padres o tutores. Si en el estado actual de las cosas los matrimonios tienen “fecha de caducidad”, pues las tasas de divorcio son altas, sin el correcto acompañamiento por parte de los padres, ¿Qué podemos esperar? Un proceso de divorcio, más allá de los costos que implica por el pleito legal, tiene un impacto irreversible tanto en la afectividad de los cónyuges que se divorcian como en el desarrollo de los hijos, que siempre son perjudicados en un divorcio. ¿De qué manera se les protege de posibles daños si en vez de hacer más exigente el matrimonio, se hace más light?
  3. En el Código Civil también se deroga el período de un año para poder divorciarse de común acuerdo: si regresando de la luna de miel tengo una discusión con mi cónyuge, y decido separarme, ya puedo acudir al registro civil para hacerlo. Nuevamente, estamos abriendo la puerta a la solución falsa del divorcio.
  4. Yo puedo, solicitar si así lo requiero, una reexpedición de mi acta de nacimiento que refleje mi identidad de género. Es decir, si genéticamente (pues eso, lamentablemente para los transgénero, no cambia con ninguna operación) soy hombre pero mi identidad es una de la cada vez más crecientes letras que componen las siglas del movimiento gay (cada día se le agrega una nueva letra), puedo hacerlo y entonces todas las instituciones de la sociedad tienen la obligación de reconocerme como tal. Una cosa es que alguien en su fuero interno sienta que su identidad es diferente a la que indica su genética (lo cual implica una cuestión psicológica por ese desajuste que en raras ocasiones es cuestión hormonal, casi siempre es psicológico) y otra que la sociedad positivamente fomente ese comportamiento. No hay que confundir respeto con permisividad. Suena chusco, pero, ¿Estamos presenciando el fin de los baños de hombres y mujeres?
  5. Finalmente, uno de las reformas más preocupantes está en el artículo 390 constitucional, donde se dice que en la idoneidad para adoptar no puede considerarse la orientación sexual, identidad o expresión de género. Nuevamente, reitero lo que en la entrada las adopciones homosexuales expuse: no se trata de un derecho de nadie a adoptar. Nadie, independientemente de su “orientación sexual, identidad o expresión de género” (para usar las mismas palabras de la reforma) tiene derecho a adoptar. Nadie. La Convención de los Derechos del Niño lo indican como un derecho del niño, por lo que negarle a alguien el adoptar no es negarle un derecho.

¿Por qué se opone la Iglesia a los Derechos Humanos? No es oponerse, no te confundas. No porque una Ley diga que algo es derecho, se convierte en tal. No estamos en contra del respeto. No se puede calificar como homofobia al hecho de llamar a las cosas por su nombre. Si bien moralmente cada quien dará cuentas ante Dios, y sólo ante Él, de sus propios actos, es deber del gobierno mantener el bien común y no ceder ante el capricho de una minoría, cuando en el fondo está atacando las células del tejido social. La Iglesia respeta y acoge como Madre que es a las personas con tendencias homosexuales, porque no estamos hablando sobre la persona sino sobre sus actos, que son moralmente desordenados.
No hay que ver derechos donde no los hay. Por su naturaleza, el matrimonio está orientado a la perpetuación de su especie, lo cual genéticamente es imposible en una unión homosexual. ¿Acusarán de discriminación a la Naturaleza? ¿Es ella la primera que viola los “derechos”? No. Una unión homosexual de suyo está cerrada a la vida. Por eso no puede ni debe ser llamada matrimonio. Eso no está sujeto a discusión. Eso no es discriminación, es ser testigo de la verdad. Puedes consultar las entradas Derechos y persona y El límite de mis derechos para ahondar sobre este tema.
El proceso, de acuerdo con el marco legal mexicano, que sigue una reforma constitucional es que, una vez aprobada por el Congreso de la Unión, debe ser aprobada por las legislaturas estatales. En algunos estados de la República Mexicana hay elecciones para la renovación de poder ejecutivo y legislativo. Es una responsabilidad grave del católico no sólo votar (Cfr. El deber de votar), sino votar correctamente. Contraria a mi costumbre, tocaré el tema electoral brevemente, puesto que no podemos permanecer callados.
Estando en nuestras manos, como electores, el decidir el rumbo que queremos para nuestra sociedad, tenemos el grave deber de conciencia de votar por aquellas personas o partidos cuya plataforma sea claramente de la defensa de los valores evangélicos, en especial, que positivamente defienda a la familia y a la vida. ¿Puedo esperar que el PRI, partido al que pertenece el Presidente de la República, vaya a defender la unidad familiar a nivel legislación? Sería de alguien muy ingenuo pensar lo contrario. Como católico pensante, congruente, ¿Puedo darle mi voto a tal partido? ¿No es acaso un buen momento para mostrarle mi descontento votando por otro partido o candidato que sí respete a la familia?
Desde el punto de vista moral, al emitir mi voto por un partido cuya plataforma política atenta contra los valores del Evangelio, yo adquiero una responsabilidad de colaboración sobre dicho pecado y, en mayor o menor grado, soy responsable de los pecados que se cometan a la luz de esa nueva legislación, puesto que colaboré positivamente con mi voto. No es un pecado de omisión, pues no estoy dejando de hacer algo que debiera, sino de acción, pues estoy positivamente optando por una propuesta que claramente va contra mi fe.
¿La Iglesia no debe hacer política? Distingo. La jerarquía eclesiástica no, de acuerdo con el marco legal mexicano. Pero los laicos, los millones de personas que se dicen católicos sí podemos y debemos. ¿No estás de acuerdo con los planteamientos? ¿Se te hace que vamos en contra hasta de las enseñanzas del Papa? No te confundas, la línea del Magisterio de la Iglesia es muy clara y puedes consultar los llamados a la acción que el Papa y los obispos hacen a los laicos (al final encontrarás los links). La puerta a la salvación es estrecha. Si tú, como católico, sientes que este camino es muy demandante, es el momento que en conciencia decidas si en verdad eres digno de llevar el nombre de católico y debes continuar llamándote así.
Además de votar por quienes promueven y defienden a la familia (no entraré a hablar de matrimonio “natural” contra “igualitario”, uno sólo es el matrimonio) y negar el voto a las opciones contrarias, ¿Qué más debemos hacer? Aquí sí hablaremos de pecados de omisión, pues pudiendo y debiendo hacer un bien, no lo hacemos por diversas razones. Hay numerosas iniciativas en internet como la que puedes firmar en http://www.citizengo.org/es/34641-protejan-familia-no-aprueben-iniciativa-reforma-constitucional-propuesta-por-pena-nieto?tc=wp&tcid=23062914 también puedes acercarte con tu diputado local y federal y expresarle tu preocupación sobre el tema, participar en foros, informarte, apoyar a las organizaciones civiles y religiosas que promueven los valores evangélicos… 
En una entrada anterior, hablé de la necesidad de una nueva Cruzada. Es tu hora, laico, es tu momento. El Señor te llama a defender su Evangelio. Él vino a traer fuego a la tierra, y viene a arder. Es la hora de los laicos, la hora en que podemos y debemos formar los misioneros que el mundo requiere. 
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martes, 12 de abril de 2016

La nueva Cruzada


Hace mucho tiempo, leí un libro (del cual no diré su nombre) que dice tratar sobre la apologética, es decir, la defensa de la fe, de la auténtica fe. Se supone que el libro se trataba de un diálogo, pero en realidad lo que hacía era lo mismo que hacen la mayoría de las sectas protestantes: tomar unas citas de la Sagrada Escritura y “aventarlas” a la otra persona como una verdad absoluta que no puede ni debe ser objetada. Eso, querido lector, no es apologética.
San Ireneo de Lyon,
luchó contra el gnosticismo
¿Qué es la apologética? San Pedro, en la Sagrada Escritura, nos lo dice de una forma muy bella: “Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán de sus calumnias todos aquellos que los difaman, porque ustedes se comportan como servidores de Cristo” (1Pe 1, 15a-16).
“Dar razón de la esperanza que tenemos”. ¿Esa cuál es? San Pedro nos vuelve a dar la pauta: “Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo»” (Mt 16,16). En la Solemne Vigilia Pascual (espero que hayas asistido), renovamos nuestra fe en Jesús, quien Resucitado del abismo “al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano, y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos” (Cfr. Pregón Pascual).
Reconocer a Jesús como el “Hijo de Dios vivo” es reconocer en primer grado su divinidad, es una confesión de fe profunda. Pero ese reconocimiento lleva consigo un gran compromiso: “No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mt 7, 21). La fe en el Resucitado necesariamente impacta en la propia vida.
San Atanasio de Alejandría, defendió
la divinidad de Cristo contra Arrio
¿Cómo hacer la apologética? La forma más sublime de todas, es con la propia vida. Así lo comprendió san Josemaría Escrivá de Balaguer, quien en su libro Camino nos dice: “Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo” (Camino, n. 2).
Da razón de tu esperanza. No de cualquier manera, con suavidad, respeto, tranquilidad de conciencia. Con tu vida, pero también conociendo con profundidad tu fe. Dar razón, no imponer. No debes confundirlo con “todos tienen la razón, son puntos de vista”. Una sola es la verdad, nuevamente enunciada por san Pedro: “«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios»” (Jn 6, 68-69). No confundas la tolerancia con aceptar y dar por válida la opinión contraria.
En un mundo que está marcado por un permisivismo, por el relativismo, por un Let it be (déjalo ser, como dirían los Beatles), en donde cualquier opinión es válida, en donde se vive lo “políticamente correcto”, donde ser ambiguo se considera una virtud, donde la falta de claridad en los conceptos que no son negociables genera no sólo confusión sino hasta escándalo y provoca que muchos duden de su fe y hasta la abandonen, donde se quiere dejar todo a la conciencia (pero sin acompañársela de la formación adecuada), donde cualquiera puede opinar sin fundamentos, donde la laxitud se disfraza de tolerancia, respeto y misericordia, donde mi comodidad es lo que dicta lo bueno y lo malo, es precisamente donde se hace más que necesario conocer la auténtica fe, defenderla, ser fiel.
San Cirilo de Alejandría,
defendió la Maternidad de
María contra Nestorio
Claro, conocer y vivir la fe, no es fácil. Jesús mismo lo predijo: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra»” (Lc 12, 49.52-53). Él mismo sufrió en carne propia las consecuencias de predicar el Evangelio.
La Palabra de Dios no está sujeta a mi interpretación personal (¡mucho menos si no estoy formado adecuadamente!): “Pero tengan presente, ante todo, que nadie puede interpretar por cuenta propia una profecía de la Escritura. Porque ninguna profecía ha sido anunciada por voluntad humana, sino que los hombres han hablado de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2Pe 1,20-21).
Jesús nos previene, en numerosas ocasiones, contra los falsos profetas: aquellos que, argumentando que hablan en nombre de Él, distorsionan la fe recta, hablan sobre ellos mismos en vez de hablar sobre el Evangelio y el mensaje perenne de salvación: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt 7, 15; también Mt 24,4-5.11-12; Mc 13, 5.22; 2Pe 2,1.3 y 1Jn 4,1).
Los falsos profetas pueden ser varios:

  • El científico ateo que proclama, extralimitándose en su campo de acción, sus “verdades” científicas contra la moral y la fe.
  • El protestante que ataca los dogmas de la fe sin bases, sin conocimiento y bajo la trinchera de unas citas memorizadas fuera de contexto o una Sagrada Escritura incompleta o mal traducida directamente desde la versión Reina Valera  (traducción, por cierto, bastante mala) del idioma inglés (recuerda, los idiomas originales son arameo, hebreo y griego).
  • El “católico con derecho a decidir” en pro del aborto y la anticoncepción
  • El laico que cree que, por haber asistido a una evangelización fundamental ya puede opinar sobre el celibato sacerdotal, la ordenación de mujeres e incluso diseñar un plan de formación de agentes de pastoral al margen de la jerarquía eclesiástica.
  • El laico que después de una “alabanza” afirma el Espíritu le da palabra, la Virgen o algún santo le habló, o le fueron concedidos dones de lengua, sanación o incluso la facultad de expulsar demonios (liberación) y por lo tanto puede hacer lo que quiera, pues hay dos “iglesias” (la jerárquica y la carismática).
  • El laico que cree que por leer una frase en internet (que dicen que el Papa dijo), una imagen o meme, o una noticia en algún portal de noticias claramente sesgado (como la BBC, por ejemplo, de inspiración anglicana) ya es un teólogo consumado o no es capaz de discernir la verdad de la mentira y, peor aún, le da like o la comparte porque se le hace “interesante ver otro punto de vista”.
  • El sacerdote (o peor aún, el Obispo) que deja de lado su formación permanente, su vida de oración y dispone de la sagrada Liturgia, de los dogmas, y de la moral para predicarse a sí mismo o ser popular en un acto de soberbia disfrazado de apertura, misericordia y humildad, en vez de guiar como el Buen Pastor al pueblo a él encomendado. A este respecto, el Cardenal Roberto Sarah, prefecto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, en un artículo de la revista francesa “L’Homme Nouveau” del día 19 de noviembre de 2015 (este es el texto en francés, y este es un extracto en español) afirma, con todas sus letras: “Ni siquiera un Papa puede dispensar de una ley divina”.
Santo Domingo de Guzmán (luchó contra los
albigenses) y Santa Catalina de Siena (logró
regresar al Papa a Roma después de 68 años
de ser controlado por Francia en Aviñón)
¿Cómo protegernos de ellos? Muy simple, hermano, muy simple. Conoce tu fe. Lo repito: conoce tu fe. No basta con una formación mal hecha, a la carrera, con prisas y buscando la parroquia en la que las pláticas presacramentales sean más breves (o que no haya, si es posible), con un catecismo mal memorizado o con ir a Misa cuando te nace. Lee, estudia, acércate a los centros de formación de laicos de tu parroquia o Diócesis, a las universidades pontificias (que dan numerosos diplomados y cursos) a algunas páginas web de recta doctrina.
Una regla es clara: nunca la doctrina se contradice. El Magisterio Universal, la Tradición, la Sagrada Escritura jamás entrarán en contradicción. Nadie puede modificar la moral o los dogmas, ni el Papa mismo, porque esa verdad ha sido revelada por Dios, no está definida por el humano. Claro que temas menores pueden cambiar, los que no afectan a la integridad de los Sacramentos, a los principios morales, los Diez Mandamientos o los dogmas de fe. Pero para saber discernir cuándo es algo sujeto a interpretación o modificación, y cuándo no lo es, hay que formarse.
San Carlos Borromeo, luchó contra
la Reforma Protestante
El camino no es fácil. Formarte, conocer y defender siempre atraen ataques. No hay, en toda la historia de la Iglesia, un campeón de la ortodoxia (la recta doctrina) que no haya sufrido persecuciones y críticas (sí, en cambio, numerosos falsos profetas rodeados de gloria y reconocimiento). Cito nuevamente a san Pedro: “Dichosos ustedes, si tienen que sufrir por la justicia. No teman ni se inquieten; por el contrario, glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor” (1Pe 1, 14-15a).
Estamos iniciando una nueva época de Cruzadas. Es una "guerra" contra la doctrina de los falsos profetas. Se trata de defender la pureza doctrinal de nuestra fe. Nuestras armas son la oración, la recepción frecuente de los Sacramentos y un estudio profundo y serio de nuestra fe. En un momento donde la Iglesia se ve atacada desde fuera y desde dentro, Cristo te llama a ti y a mí a defenderla. En cada momento de crisis, Él ha suscitado santos (como los que ves en esta entrada) que han defendido hasta el último aliento a Su Iglesia, sin importar persecuciones, difamaciones, ataques, o que la tarea pareciera titánica. Ahora ha llegado nuevamente ese momento.
Para apoyar en esto, iré preparando varias entradas sobre apologética: la defensa de la recta doctrina. No se trata de un “manual contra las sectas” ni un “memorice y con esto gana el debate” o un “formulario de respuestas a las objeciones de las sectas”. Se trata de conocer tu fe, para que tú te defiendas de tus falsos profetas.
Adicionalmente, en la página de Facebook del blog, estaré publicando periódicamente frases del Magisterio de la Iglesia, los santos Padres y teólogos renombrados que te ayuden a identificar la recta doctrina. Para estar al tanto de ellas, te invito a seguir la página.


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jueves, 24 de marzo de 2016

El año del gran perdón


Por diversas redes sociales, circula una cadena que habla sobre “El año del gran perdón”, que se da cuando, según dicha cadena, coinciden “los dos grandes misterios de nuestra Redención: la Encarnación y la Crucifixión de Nuestro Señor”, pues este año el Viernes Santo cae el 25 de marzo (fecha en que ordinariamente se celebra la Encarnación del Señor). De acuerdo con la misma cadena, esto sucede cada 141 años. Hay, de acuerdo con dicha cadena, una indulgencia que puede ganarse al visitar un templo dedicado a la Santísima Virgen, pues de ella nos vino Cristo en la Encarnación y en la Cruz nos fue dada por madre.
Si bien se trata de una reflexión inofensiva, en realidad es errónea por varios puntos. El primero, es que cada año es el año del gran perdón.
Cada Semana Santa, lejos de ser una oportunidad más para irse de vacaciones y “festejar”, es una oportunidad de perdón y reflexión. No es un momento triste, ni una semana de luto. Es cuando vivimos el misterio central de la fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. De hecho el misterio central de nuestra fe es precisamente la Resurrección (no la Crucifixión), así lo afirma san Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra fe” (1Co 15,14). 
El Triduo Pascual, cuyas vísperas comienzan con la Cena Vespertina del Señor (el Jueves Santo por la noche) y termina con la Solemne Resurrección del Señor, recordamos los grandes misterios de salvación y nos abrimos para el perdón de Dios. La salvación que en un tiempo se prometió a Adán y a Eva (Dijo Dios a la serpiente: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar” Gn 3,15) y que fue repetida a los profetas y patriarcas, y de la cual el pueblo judío estuvo en constante espera, ha llegado a nosotros en Jesús. 
En 1983, el entonces Joseph Cardenal Ratzinger predicó los ejercicios espirituales de Cuaresma a san Juan Pablo II y a la Curia Romana (esos ejercicios están editados en un libro llamado “El Camino pascual” de BAC popular, recomiendo mucho su lectura). En una de sus reflexiones, nos dice: “la muerte, sin el acto de amor infinito de la Cena (se refiere a la institución de la Eucaristía), sería una muerte carente de sentido; la Cena, sin la muerte, sería un gesto despojado de realidad. Cena y Cruz son, conjuntamente, el único e indivisible origen de la Eucaristía”. 
Sin embargo, insisto, no nos quedamos en la Muerte. Jesús no fue un profeta más, que murió y su obra junto con Él. Continua Ratzinger diciendo que “Cena, Cruz y Resurrección forman el único e indiviso misterio pascual. La Resurrección es la respuesta y la interpretación divina de la Cruz. Es una teología de la alegría victoriosa aun en este valle de lágrimas. La Cena sin la Cruz y la Cruz sin la cena carecerían de sentido; pero ambas serían una esperanza fracasada sin la resurrección, del amor más fuerte que la muerte”.
Estos tres días, pues, constituyen, cada año, el año del gran perdón. Como lo proclamamos en el Pregón Pascual de la Vigilia Pascual: “Esta es la noche que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra, los arranca de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, los restituye a la gracia y los agrega a los santos”. “¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados?” “Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos”.
Por eso, cada año podemos vivir el gran perdón. Pero debemos entender el significado real de participar en estas celebraciones. No es ir a gritar y aplaudir al Via Crucis viviente, ni ir a una “Pascua” a cantar y llorar. Tampoco el flagelarse en la procesión del silencio. Mucho menos pensar en la devoción como un atractivo turístico más, que se organice “para ser la más importante a nivel nacional”. Ratzinger, en los ejercicios espirituales, nos da la pauta: “Al participar en los sufrimientos del Siervo de Dios, Israel concelebraba con Jesús la Eucaristía. Participar en Ella, comulgar, exige la liturgia de la vida, la participación en la pasión del Siervo de Dios”. En pocas palabras: hay que llevar a la vida diaria, hacer el esfuerzo por romper las cadenas del pecado y vivir como auténtico hijo de Dios. El perdón no es gratuito, exige arrepentimiento y conversión. Tal vez por eso es más fácil irse de vacaciones estos días que comprometerte a hacer un cambio en tu vida.
La indulgencia plenaria puede ganarse en estos días diariamente. Si quieres saber cómo, te invito a dirigirte a las siguientes entradas anteriores (para también comprender el sentido de cada día):
Jueves santo: Tres Regalos y Entrega Eterna.
Viernes santo: Cruz y Árbol noble y espléndido.
Sábado de gloria: Victoria.

Al principio de la entrada mencioné que había varios errores en cuanto a la cadena. Además de las observaciones propias de las cadenas (Cfr. Cadenas de ignorancia), tengo que decir lo siguiente:
  1. La Semana Santa es movible cada año (depende en parte del calendario lunar), por lo que no necesariamente cada ciertos años se repiten los días. A manera de dato, en 2005 (hace 11 años), el Viernes santo cayó en 25 de marzo.
  2. Litúrgicamente hablando, el Triduo Pascual está como número 1 en la Tabla de precedencia de celebraciones litúrgicas (la que determina qué sucede cuando se empalman celebraciones). Este año, la Anunciación del Señor se festejará hasta el lunes 4 de abril (dado que se atraviesa la octava de Pascua, que también tiene precedencia sobre toda fiesta). 
  3. No es una fiesta o celebración arraigada en la conciencia de la Iglesia, ni los Padres se han referido a ella en numerosas ocasiones. 
No quiere decir que entonces “no haya año del gran perdón”. Lo hay, cada año. Lo hay, en estos días. Sólo acércate con el corazón dispuesto y lo recibirás.


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