domingo, 30 de agosto de 2015

Juan y la política

Juan el Bautista señalando a Jesús

Juan y la política

El día 29 de agosto, en toda la Iglesia, se conmemora el martirio de san Juan Bautista. De pocos santos se celebra una “doble fiesta” (San José, san Pedro, san Pablo, san Juan Bautista), es decir, dos veces al año se celebra su memoria; en el caso de san Juan Bautista, el 24 de junio (nacimiento) y el 29 de agosto (su martirio).
San Juan es una figura importantísima en la vida de la Iglesia; de él Cristo dice que “no hay entre los nacidos de mujer profeta más grande que Juan” (Lc 7, 28). Primo de Jesús (Isabel era pariente de la Virgen María), es anunciado a su padre Zacarías mientras ejercía las funciones dentro del santuario del Templo de Jerusalén, con una misión muy clara, de acuerdo con las palabras del arcángel Gabriel: “a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor, su Dios, y caminará delante del Señor en el espíritu y poder de Elías (…) a fin de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc 1, 16-17). Al nacer, el mismo Zacarías, inspirado por el Espíritu Santo, dijo: “Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos, para dar a conocer la salvación a su pueblo y el perdón de sus pecados” (Lc 1, 76-77). De ahí que también se le conozca como el “Precursor”.
Este mismo Juan, al que Jesús acudió para ser bautizado, esa voz que clama en el desierto “preparen los caminos del Señor” (Jn 1, 23); ese asceta que gritaba a los pecadores la necesidad de conversión, de penitencia, de arrepentimiento, cuya función en el plan de Dios era anunciar que la salvación era inminente, él que, cuando sus discípulos discutían si él o Jesús era más grande dijo: “conviene que el crezca y yo disminuya” (Jn 3, 30), también tuvo sus problemas con la clase política.
Con el inicio de la vida pública de Jesús (con el Bautismo en el río Jordán recibido de Juan), la figura del “Precursor” pasa a un segundo término, pero no por eso deja de predicar la conversión y el arrepentimiento. 
El Reino de Herodes el Grande
Herodes el Grande, gobernó un gran territorio, lo que en ese tiempo era Judea, Galilea, Samaria e Idumea (el antiguo reino de Edom), que corresponde al actual territorio de Israel, parte de Líbano y Palestina, según podemos apreciar en el mapa (el área comprendida por la línea punteada era el Reino de Herodes).
Fue un gobernante con luces y sombras, puesto que por un lado se caracterizó por ser un opresor sanguinario (eliminando a varios de sus familiares que podrían contender por la corona) pero por otro supo ganarse el favor romano, de forma que su reino era vasallo de Roma y eso le permitió realizar grandes obras, como la reconstrucción del Templo de Jerusalén, la fortaleza Antonia, la fundación de las ciudades, impulsó el comercio, llegó incluso a usar su riqueza personal para comprar alimento para su pueblo.
A su muerte, su reino fue repartido entre sus tres hijos que sobrevivieron (algunos de ellos fueron eliminados por él ante la sospecha de conspiración en su contra): Herodes Arquelao, Herodes Antipas y Herodes Filipo (la división del territorio se puede apreciar en el mapa). Desgraciadamente, según el parecer de los historiadores, sus hijos no heredaron la sagacidad y las habilidad como gobernantes y diplomáticos que tuvo su padre; prácticamente con sus hijos acabó su reino, que pasó a manos de los romanos en el año 70 (con la destrucción de Jerusalén en el año 70 por el futuro emperador Tito).
Su hijo Herodes Antipas, quien gobernaba Galilea y Perea, se casó con la mujer de su hermano Filipo (ella se llamaba Herodías), hecho que llegó a conocimiento de Juan el Bautista (recordemos que su predicación se realizó en el área de Galilea). 
A pesar de que ya había iniciado el ministerio público de Jesús (lo que significaba el “ocaso” del de Juan), él no se quedó callado y le dijo a Antipas que no le era lícito casarse con la mujer de su hermano (Mc 6, 18). A pesar de que Antipas lo “respetaba” (que no significa que le hiciera caso, pues el evangelio dice que lo dejaba perplejo, Mc 6 20), Herodías deseaba su muerte, y con motivo del cumpleaños de Antipas y aprovechando un baile que su hija hizo para deleitar a los presentes (el texto completo lo puedes leer en Mc 6, 14-27) pidió la cabeza de Juan en “bandeja de plata”, y fue así que Juan murió degollado por enfrentar al poderoso.
En ningún momento Juan se metió con la forma de gobierno de Herodes; de hecho su papel no era ese. Cuando descubrió que algo no era correcto de acuerdo con la moral, lo denunció sin temor a las consecuencias. El evangelio no habla de un plantón que desquiciaba la vida de la ciudad para exigir que dejara a Herodías, ni que sus seguidores quemaron las puertas del palacio, o que hayan usado la violencia para protestar. Simplemente, con la autoridad que le daba el ser congruente con su propia fe, denunció el hecho inmoral.
Ahora como ayer, en la vida actual (tanto en el gobierno como en las empresas, asociaciones civiles, etc.), frecuentemente se presentan situaciones contrarias a la moral católica; y no me refiero solamente al hecho de la corrupción, sino de salarios injustos, despidos injustificados, acoso laboral, leyes abiertamente contrarias a la ley natural, desobediencia a las leyes, evasión fiscal y un largo etcétera. Nuestra función como bautizados no sólo es no participar de las (que ya eso es ganancia), sino que además debemos denunciar esas conductas poco éticas.
No se trata, insisto, de llamar a la desobediencia, convocar al paro nacional o a insultar aprovechándose del anonimato de las redes sociales. Se ven con frecuencia “memes” insultando a figuras públicas (como el poder ejecutivo o legislativo), publicados y republicados hasta el hartazgo y yo me pregunto, ¿Cuántas de esas personas votaron (sin anular) en las elecciones? ¿Cuántos han participado de actos de corrupción? ¿Cuántos de ellos pagan correctamente sus impuestos? ¿Cuántos han realizado propuestas útiles a la vida pública? ¿Cuántos dan ejemplo con su propia vida de la fe que profesan? ¿Desde cuando el insulto es la mejor forma de exigir el respeto?
Sí, debemos denunciar lo que está mal, pero siguiendo el ejemplo del Bautista. No es simplemente quejarse, no es señalar lo que está mal y denigrar a la persona. No es exclusivo del sector gubernamental. Para que la corrupción exista, se requieren dos, el que pide y el que da. Debemos comenzar por un cambio personal, una conversión que nos haga ser el pueblo “bien dispuesto”, el pueblo que vive una congruencia con su fe y por eso mismo la exige a los demás.
Juan no tuvo miedo a las consecuencias, de hecho, denunciar lo llevó a la muerte. Pero ese testimonio sigue gritando, a casi 2000 años de distancia, que debemos ser congruentes, que no hay nada más valioso que vivir por el camino recto del Señor.
Te invito, amable lector, a que en vez de “darle like” o “compartir” ese meme que insulta a quienes representan a nuestras instituciones, te involucres más en primer lugar en la vivencia de tu fe, para después participar en asociaciones civiles, que exijas y te opongas a lo que es contrario a tu fe. Entonces, y sólo entonces, estaremos haciendo correctamente las cosas.


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lunes, 17 de agosto de 2015

El dogma de la Asunción de María


Hay un canto que algunas veces suelen cantar en los Rosarios que dice: “Niña que nació limpia de pecado, Niña que no murió, si no fue llevada hacia Dios” y que parecen reflejar el espíritu de la Solemnidad que el día de ayer (15 de agosto) celebramos en toda la Iglesia, el dogma de la Asunción de María. De hecho, la diócesis a la cual pertenezco, está encomendada a Ella. En esta entrada abordaré dos temas: qué es un dogma (de manera muy rápida) y la Asunción de María a los cielos.

¿Qué es un dogma?
Desgraciadamente, hay una gran confusión con respecto a este tema, pues muchas veces se cree que un dogma es algo arbitrario, una especie de opinión o juicio emitido sin fundamento o razón. Los detractores de la Iglesia, incluso, suelen compararlo con una afirmación irracional que, en un arranque de autoritarismo, alguien quiere hacernos creer. Algunos van más allá y formulan toda clase de teorías de la conspiración en torno a los dogmas.
Lo primero que debemos saber es que se trata de una verdad. El dogma, en la Iglesia, no es una opinión más o menos informada, ni es un "Por que yo lo digo", ni mucho menos tiene que ver con ocultar la verdad. Pero no es cualquier verdad, sino que es una que se considera como revelada por Dios, de ahí su fuerza e importancia.
Pío XII proclamando el Dogma de la Asunción de María
Los dogmas se formulan en temas de fe o de costumbres (moral), y siempre, siempre, están en consonancia con la Sagrada Escritura, las enseñanzas de los Apóstoles y la Tradición y, por su importancia, son verdades necesarias para alcanzar la salvación. Cuando Jesús constituye a Pedro como Cabeza de los Apóstoles, le otorga la misión de "confirmar a sus hermanos" (Lc 22,32) y le promete que "sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos, todo lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo..." (Mt 16,18-19). Cuando se define un dogma, es decir, cuando una verdad es reconocida como revelada directamente por Dios (aunque no esté textualmente escrita en la Biblia), se presenta a los fieles para que crean en ella y encuentren la salvación gracias a ella.
Muchos dogmas, como el de la Inmaculada Concepción, la Virginidad de María o la misma Asunción a los cielos, encuentran su fuente en la fe del pueblo de Dios (algo que los teólogos llaman sensus fidelium, el "sentir" de los fieles), de forma que lejos de ser "elucubraciones" de un grupo de teólogos, o el ejercicio de un autoritarismo, responden a la revelación que Dios hace a su pueblo.
¿Hay razones para creer en los dogmas? Sí. Aunque el dogma es un objeto de fe, es decir, es algo que se debe creer pues quien garantiza que es verdadero es Dios mismo. En ese sentido, las "pruebas" del dogma no existen. Cuando hablamos de "verdades científicas" en realidad nos referimos a un conjunto de afirmaciones que, a través de la experiencia, se demuestran como válidas, pero si la experiencia no las confirma (como sucede a menudo con las teorías científicas, en especial en la física y la química), dejan de ser verdaderas y entonces esa afirmación se vuelve errónea o al menos, incompleta. En el dogma sí hay "motivos" o razones para creer en la verdad de dicha afirmación, pero en último término es Dios quien le da la veracidad. Con esto quiero decir que un dogma no es sobre algo "irracional" o es un "porque yo lo digo". Ordinariamente lleva decenas o cientos de años de estudio para poderlo formular.
¿Qué pasa si no creo en un dogma? Pues en último término estás dudando de quien garantiza que sea verdad, es decir, de Dios mismo. De ahí la gravedad del pecado llamado "herejía", pues deliberadamente se está negando una verdad de fe. Yo tenía un profesor que contaba que una feligrés de su comunidad se confesaba de ser "hereja" y que él pensaba más bien que era otra cosa (también terminada en eja), pues, decía, para ser hereje, se requiere pensar y tener conocimiento. Mi profesor tenía razón, pues muchas veces las críticas a los dogmas provienen de un desconocimiento profundo de la propia fe. Francamente es absurdo que alguien que a duras penas hizo el catecismo para la Primera Comunión y unas pláticas prematrimoniales (si bien nos fue de 4 horas), pueda hablar con razones y fundamentos en un tema como este.
En otra entrada seguiré profundizando sobre los dogmas, pero por el momento baste con lo ya dicho.

La Asunción de María
No debemos confundir Ascensión con Asunción.  La única Ascensión es la de Cristo, Quien por sus propias fuerzas (pues es Dios) regresó al Cielo. Debemos entender esto más allá de subir a cierta altura, no se trata del cielo que vemos diariamente, sino de la realidad espiritual en donde se goza eternamente de Dios mismo. La Asunción se concede como una gracia, es cuando alguien es "elevado" 
El 1 de noviembre de 1950, el Papa Pío XII proclamaba solemnemente el dogma de la Asunción de María, con estas palabras: 
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
Cuando se formuló el dogma, estaba la discusión teológica (que aún no ha terminado) sobre si la Virgen había muerto o no. Comúnmente se habla de la "dormición" o del "tránsito" de la Virgen, pues, así como en el canto, hay quien cree que Ella no murió y que sólo se durmió. María fue llenada de dones por Dios ya que fue la Madre de su Hijo: fue inmaculada en su Concepción, su Virginidad no sufrió mancha alguna con la Concepción de Jesús y fue llevada al cielo como una primicia de todos los creyentes. Sin embargo, no hay razones suficientes para afirmar que Dios la privó de la muerte, condición por la cual todos los seres humanos pasaremos, incluyendo a su propio Hijo. Por eso decía que el canto parece reflejar el espíritu de la fiesta. Pío XII en ese sentido sólo afirmó “terminado el curso de su vida terrenal”.
De esta forma, debemos ver en esta Solemnidad la esperanza de todos, que algún día la salvación prometida será alcanzada por nosotros.



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lunes, 10 de agosto de 2015

Las vírgenes celosas

Virgen de San Juan de los Lagos
Conozco a una persona que, hace tiempo, le dijo a mi madre: "Te voy a regalar un cuadro de la Virgen tal (una advocación con mucha devoción en la región donde vivo) pero cuida de rezarle sólo a ella y no a otra (como a la Virgen de Guadalupe), pues ella es una Virgen celosa".
No es la primera vez que la Virgen María se enfrenta a sí misma; durante la guerra de Independencia de México, el ejército Realista (fiel a la Corona Española) tomó como protectora a la Virgen de los Remedios, en tanto que los Insurgentes hicieron lo propio la Virgen de Guadalupe. En este caso, y dado el resultado de la guerra de independencia, ¿La Virgen de Guadalupe es más poderosa que la de los Remedios? 
Sin duda has escuchado o visto numerosas formas de representar o nombrar a la Virgen María, en todos los colores, atuendos, tamaños, nombres y hasta "milagros". A esto le llamamos advocaciones, es decir, formas de invocar a la misma persona.
Estandarte de la Virgen de los Remedios
La Virgen María, desde que Jesús la dio por madre a Juan al pie de la Cruz (“He ahí a tu hijo, he ahí a tu Madre” Cfr. Jn 19,26-27), jugó un papel muy cercano y profundo en la vida de la Iglesia. La frase “Y desde ese momento el discípulo la recibió en su casa” (del pasaje anterior) indica que fue una figura importante dentro de la Iglesia primitiva.
El libro de los Hechos de los Apóstoles lo confirma: después de la Ascensión del Señor a los cielos, los Once Apóstoles “perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús y con sus familiares” (Hch 1, 14). La clásica representación artística de Pentecostés está basada en una tradición no escrita que sitúa a la Virgen María junto con los Apóstoles recibiendo al Espíritu Santo.
A lo largo de la historia, el pueblo cristiano ha sentido una gran cercanía hacia la Virgen, y por esa misma razón la ha representado en muchísimas formas. Incluso Ella, cuando se ha aparecido, ha procurado mostrarse de forma que la sociedad que recibe su mensaje la vea cercana, que el lenguaje no verbal (vestimenta, simbología, apariencia física) transmita con mayor fuerza el mensaje de Dios.
Cito el ejemplo de la Virgen de Guadalupe (que ameritaría varias entradas). En un momento crítico de la evangelización en la Nueva España, se mostró con varios elementos de la cultura azteca (el atlante que la sostiene, la simbología en su atuendo, su tez, su postura corporal) que permitió que los indígenas aceptaran la fe y la reconocieran como la Tonantzin, término que hace referencia a la Madre de Dios dentro de la mitología azteca.
Estandarte de la Virgen de Guadalupe
El mensaje de la Virgen, a pesar de todas las diferencias de atuendos, siempre es el mismo, el de las Bodas de Caná. Al percatarse que se había acabado el vino (dentro de la cultura judía eso era una deshonra y un mal augurio), le “comenta” a Jesús “invitándolo” a manifestar su poder. A pesar que Él le dice que “no ha llegado su hora” (el momento de manifestarse ante los hombres como Dios), Ella simplemente llama a los meseros y les dice: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5). De hecho esas son las últimas palabras “pronunciadas” por Ella en el Evangelio. Su papel es muy claro: acercar a los hombres necesitados de Dios hacia su Hijo. No es Ella quien manda llenar las tinajas, ni quien se “cuelga” el milagro, simplemente intercede y “desaparece” para dejar que Jesús manifieste todo su poder.
La devoción a María, tan arraigada en el cristiano, debe llevar de la mano hacia Jesús; si no lo hace, es una desviación de la virtud de la religión (así como la superstición). De hecho, podría caer en la idolatría (que tanto critican los hermanos separados) cuando la Virgen “suple” el papel de Dios.
Obviamente tanto la Virgen de Guadalupe, como la del Refugio, los Remedios, el Perpetuo Socorro, de Lourdes, de Fátima, de los Dolores, de la Soledad, Auxiliadora, y tantas y tantas que hay son la misma Virgen, con el mismo mensaje y con la misma finalidad: acercarnos a Jesús.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” (abreviado LG, que signfica “Luz de los pueblos”), aclaró muchos puntos sobre el papel de María en la vida de la Iglesia, pues su papel se empezaba a distorsionar. Se le ha llamado Mediadora y hasta Corredentora. En especial este último atributo debe entenderse correctamente: Uno solo es el Redentor (Cristo), Quien con su Muerte y Resurrección ha salvado al género humano, de tal forma que su obra es perfecta, es decir, no le hace falta “agregarle nada”. María está asociada al Misterio de la Salvación de todos nosotros de un modo especial (por ser la Madre del Salvador y por los dones con los que fue adornada por Dios) pero en ningún momento su obra “suple”, “complementa”, o “perfecciona” la obra de Cristo. Ella supo poner su libertad al servicio de Dios para que Él pudiera desarrollar su plan salvífico.
Las bodas de Caná
El Concilio aclara este punto: “La Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador; […] jamás podrá compararse criatura alguna con el Verbo encarnado y Redentor; pero […] la mediación única del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participada de la única fuente”. (LG 62).
El Concilio recomienda que no olvidemos que “la verdadera devoción no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes” (LG 67), de forma que hablar de que una Virgen (nos referimos a una advocación de la Virgen) es “celosa” si le rezas a otra (advocación de la misma María) o que “Ella es muy milagrosa” o, como aquella otra señora que acostumbraba rezar el Rosario durante la Misa porque “sino no acababa”, no son otra cosa sino desviaciones de la virtud de la religión (de la cual habla también el Primer Mandamiento). 



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